❝ capítulo IX ❞

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—No me gusta— Caroline se tiró hacia atrás en la silla, dejando de escribir al momento.

—¿Qué no te gusta?— Veronique cuestionó.

—Lo que hace Arno con Lizzy, es decir o realmente no sabe que ella está enamorada de él o lo sabe y la usa.

—No creo que Arno sea tan idiota— Zoélia replicó.

—No, de idiota ese hombre no tiene nada— Veronique se rió entre dientes mirando los libros. —Pero tampoco me agrada, todo lo que hace es por Elise y vengar una muerte.

—Ni siquiera se preocupa por vengar a su padre.

—¿Saben quién asesinó a Charles Dorian?— el asombro en Zoélia fue increíble.

—Si, Lizzy nos lo dijo hace un tiempo, fue un hombre llamado Shay Cormac— Caroline se acomodó en la silla mientras cerraba el libro y se levantaba. —Ese sujeto ayudó a su abuelo a exterminar varios asesinos coloniales.

—vaya, ¿Y aún sigue por ahí?

—así es, Zoé. Nadie sabe dónde está— Veronique se acomodó en la silla.

Por supuesto que la única que sabía dónde estaba Shay era Lizzy, por el simple hecho de que lo había estado investigando. No sabía mucho del paradero exacto del hombre pero tenía la idea de que estaba en Estados Unidos y que al menos ahora tendría unos sesenta años, no tan viejo como para no poder asesinar gente. Los contactos que la Americana tenía en su país eran suficientes como para mantenerla informada de lo que pasaba, sobre todo en cuando a templarios en aquellas zonas.

—Bueno, al menos ella sabe dónde está.

—Si, parece más interesada Lizzy que Arno— Veronique comentó subiendo las escaleras de la estantería para dejar el libro. —Algo me dice, que el monsieur Dorian no durará mucho tiempo en la hermandad.

—No creo que haga alguna estupidez imperdonable, démosle chances— Zoélia las observó y sonrió.

Escuchó multiples pasos en el pasillo, para cuando observó se dió cuenta que se trataba de los tres hombres compañeros de Arno. Bajó su mirada al verlos entrar con lentitud para darse cuenta que venían hablando entre ellos de justamente el francés que se había ido hacia unas horas, junto con Lizzy.

—ah les belles dames¹, no sabíamos que estaban aquí.

—Estaremos aquí por la eternidad, Sophie nos mandó a escribir nuevamente los informes— Caroline observó hacia el hombre que acomodaba su capucha atrás y dejaba expuesto su rostro; al igual que los otros tres.

—Así que nos toca hablar de Altair y Ezio Auditore da lalala— Veronique movió su mano.

—Da Firenze— Zoélia la observó.

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