❝ Capítulo XII ❞

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París, Francia.
Cerca de las 16.30 AM.

Llegaron al concejo un poco antes de que el reloj marcará las cuatro y media. Se dividieron ya que Arno prefirió no involucrar a Lizzy indirectamente, sí algo pasaba entonces podrían ir contra Elizabeth, así que decidió apartarla. Él subió las escaleras y ella comenzó a caminar por el pasillo principal mientras lo esperaba en silencio, sus pies jugaban con la alfombra.

Caminó y se sentó en una de las sillas que estaban libres, cerca de una estantería en dónde podrían verse diferentes libros. Las multiples velas iluminaban el pasillo, evitando que fuera muy oscuro, aún que al ser tan concurrido er imposible que las velas estuvieran apagadas. Suspiró y se acomodó en el respaldo de la silla cuando vio  una puerta abrirse, al mirar, se encontró con Bellec.

—Mestiza, ¿De paseo?

—En realidad, de investigación— movia su cabeza viéndola, los pasos de Bellec cedieron cuando estuvo cerca.

—¿Qué pasó ahora?— preguntó, caminando hacia las escaleras. Lizzy lo siguió.

—Hubo una muerte, un asesinato— Con sus manos detrás de su espalda, lo vio llegar al gran palco desde donde la miraba por sobre su hombro.

—Ah, es un pena— bajó varios escalones. —Mirabeau era buen compañero.

Las alarmas de Lizzy se prendieron cuando escuchó eso, sobre todo, en el momento en el cual el hombre se quedó quieto a cinco escalones de ella. Bellec no la miro y Elizabeth ni siquiera se movió. Ahí fue cuando la Americana comenzó a recordar acciones que él había tenido, incluyendo el hecho de que se había quedado con el broche.

—Bellec— susurró mirando hacia él, dando unos pasos hacia atrás por inercia. —Nunca mencioné que Mirabeau fue quien murió.

Los ojos marrones del francés fueron directamente a ella al darse cuenta de su error. Ahora mismo se había dado en evidencia solo y estaba claro que la Americana se encontraba completamente consternada. ¿Cómo no estarlo? Tenía al asesino del líder del concejo delante de ella y encima parecía querer atacarla, estaba segura de que Bellec no haría las cosas fáciles, sobre todo para que no hablara.

—Escuchá, mestiza...

—Liz— la voz de Arno resonó en el pasillo, haciendo que ambos se tensaran cuando vieron su presencia.

—¿Arno? ¿Hablaste con Maese?— Su voz tembló pero rápidamente pudo encontrar el rumbo de la conversación.

—Si, iré con Elise, ¿Vienes?

Assassin's Creed: revolución Where stories live. Discover now