1791
La revolución francesa estaba a penas un susurro de desencadenarse para cuando Elizabeth llegó al país, un país comenzando un estado de conflicto social y guerra civil. Instalada en Versalles con su tía, no tardaría en encontrarse con la famili...
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El sonido de los cubiertos parecía incluso molesto para la pequeña Lizzy. Trataba de comer lo más tranquila pero teniendo a Le Touché a su lado, se estaba volviendo complicado. Estaba usando las mismas ropas que la última vez que lo vió, lo cual era extrañó ya que todos vestían ropas extravagantes, menos él.
—Entonces, Elizabeth— Germain comentó. —¿Qué opinas sobre esta gloriosa revolución?
—Opinó que es fantástico, aún que alguno se aprovechen de la situación del pueblo— replicó, Le Touché se ahogó con agua.
Sí que era un idiota.
—E... Eso es verdad, muchos se aprovechan, que desgraciados— comentó limpiando su boca con una servilleta. Lizzy lo observó con cierto sarcasmo en su expresión. «sigue actuando, le touché...» pensó y volvió su vista hacia la comida y corto la carne que tenía en el plato con cuidado. Marie la miro curiosa antes de volver a su comida, cayendo en el silencio.
—¿Usted trabaja, señorita Truswell?— Le Peletier levantó su mirada.
—Ama de casa— Sostuvo su copa, sonriendo abiertamente.
—Ya veo. ¿Y usted, Elizabeth? Debe de ayudar a su tía.
—Yo trabajo en un Café en París, o bueno, la semana que viene debería comenzar ahí.
—¿Y no ibas a contarme?— Stefano la observó bajando su tenedor. —Es fantástico.
—Ah si, fantástico, si— Le Touché replicó. Parecía un vocero de los malos.
—¿Han oído? Al parecer los comerciantes están retrasando las entregar a los pueblos de Francia debido a los altos impuestos.
—Algo he oído, Le Peletier— Marie movió su mano.
—Me temo que sí sigue así, él rey tendrá muchos problemas.
Lizzy escuchaba todo aún que estuviera concentrada en su comida, quizás se les escapaba algo pero, nada salía de sus bocas. Stefano se dignaba solo a beber de su vino y cortar la comida como sí no quisiera ser parte de la conversación, incluso se sentía incómodo estar compartiendo el almuerzo con este grupo desfavorable de gente.
—Marie, ¿Cuando será la boda?— Germain levantó su vaso dando un sorbo al líquido rojo que se encontraba dentro.
—Aún no hay una fecha exacta, pero con la señorita Faith pensábamos que en verano.
