❝capítulo III ❞

152 14 2
                                    


0.3:

·•─────────────────────•✿

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

·•─────────────────────•✿

19 de enero.
París.

✿ •─────────────────────•.


Habían pasado unas semanas desde la última vez que ella vio a Arno, con tanta cosa que tenía que hacer en la hermandad casi ni sabía que fue de él. Tanto ella cómo Arno habían estado muy ocupados debido a sus obligaciones con el concejo. mientras uno estaba fuera, el otro se mantenía por los alrededores de la hermandad, por ende nunca se veían.

La tarde se estaba volviendo bastante aburrida para la joven que releía la carta que su madre le había mandado unos días atrás, no sabía que responder y mucho menos lo que debía de sentir.
«Querida Lizzy, bla bla bla, templarios... más templarios y ¿Matrimonio?»  leía mentalmente sin entender en lo absoluto de lo que su madre hablaba. ¿Cómo que debía de casarse? ¿Con quién exactamente?.

Según entendía su madre había estado hablando con un hombre francés, de gran jerarquía y poder. Sabía que las cosas en América, especialmente en su tribu no estaban exactamente bien porque a pesar de haber ganado sus tierras nuevamente luego de la revolución, las cosas no estaban del todo optimas.

Ginger velaba por la salud y el bienestar de su pequeña hija en Francia, para ella estar separada de su primogénita era doloroso, y aún más para Ratonhnaké:ton. Ambos sabían que el matrimonio arreglado era extremadamente asqueroso y repugnante, pero ¿Qué podrían hacer? Necesitaban tener la seguridad de que Elizabeth prospera en París.

Fue su tía, Prue, quien desde Inglaterra le mando una carta a su hermana Ginger en América en un intento de validar el matrimonio arreglado entre un hombre francés de grandes riquezas. Para cuándo el acuerdo se habria sellado cayeron en el pequeño «muy pequeño»  detalle, de que ese sujeto, era mayor.

¡Con razón la maldita riqueza! En cuanto a Lizzy, estaba negada, pero para Connor y Ginger era primordial conseguir alguien que la cuidara. En efecto emparejarla con un hombre mayor y adinerado podría evitar que sea pobre, que considerados. En otras palabras, porquería y más porquería. Dejó la carta sobre el escritorio y se acomodó llevando su mano al puente de su nariz. ¿Qué tipo de responsabilidad se supone que era está? Esto era ridículo.

—Supongo que la situación es delicada— suspiró profundamente de forma nasal y tomó las cerillas para prender la vela.

—Cariño, ¿quieres café?

—Hola tía, no, no tengo hambre.

—Desde ayer que no tocas ni el almuerzo, ni la cena ¿qué es lo que pasó?

—Sé que leiste la carta antes que yo— sus ojos celestes pasaron por la figura femenina, quien bajó sus hombros al comprender la situación.

—Oh, es sobre eso— dejó la bandeja que llevaba en sus manos y limpio las mismas con el delantal. —Tú madre no está a favor, nadie de hecho.

Assassin's Creed: revolución Where stories live. Discover now