1791
La revolución francesa estaba a penas un susurro de desencadenarse para cuando Elizabeth llegó al país, un país comenzando un estado de conflicto social y guerra civil. Instalada en Versalles con su tía, no tardaría en encontrarse con la famili...
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dos años antes. 18 de Julio, 1789.
Cuando se trataba de iniciados, sabían exactamente qué hacer, pero ahora no se trataba de un simple aprendiz. Estaban asombrados con la noticia de una asesina Americana, hasta ahora nunca habían tenido en sus filas a alguien que no fuera francés. Y ese, era justamente el maldito problema.
Generalmente cuando esto pasaba solían juzgar demasiado a quienes venían de otros países, sobre todo si eran asesinos coloniales ya que podrían ser espías encubiertos. Si, la hija de Connor Kenway iba a ir directo a la hermandad francesa a robar información, ¡Con caos incluído por los disturbios de una revolución naciente!, ¿Estúpido, verdad? Pues, ese había la justificación para mantenerla fuera.
—¿Podrías decirnos tu nombre otra vez, pequeña?
Era la tercera vez en el maldito año, que se aparecía por ese lugar y ya se habían olvidado de su nombre.
—Elizabeth Tayen Jennifer Kenway.
—¿Y que edad tienes?— Sophie Trenet cuestionó.
¿En serio? Bueno, aquí vamos.
—Catorce años— ella respondió, no tenía idea del porque le hacían esas preguntas tan estúpidas.
—Es muy pequeña— Maese Quemar la observo con recelo.
—No creo que sea adecuado, además no sabemos de dónde proviene— Guilleume señaló mirando a Mirabeau.
¡Lizzy había dicho exactamente de dónde provenía la primera vez que fue a verlos! ¡Estaba indignada!
—Disculpen, sigo aquí— Elizabeth levantó su mano, haciendo que los mayores la miraran.
Esto se estaba tornando incómodo y desagradable, el hecho de que hablaran tan tranquilamente delante de ella comos sí no estuviera, le daba escalofríos. Sus ojos se movieron de izquierda a derecha para poder ver bien a los cuatro integrantes. El más viejo de ellos, Mirabeau parecía estar analizandola con desconfianza, cosa que la ponía peor.
—Tú padre es un asesino colonial, ¿No es así?
—Ah, si señor— Dudo frunciendo levemente su ceño con extrañeza clara en su rostro. —Connor Kenway, maestro asesino.
—Y, es hijo de un templario según tengo entendido— él hombre de color movió su cabeza.
—Pues, si— arrastró la S cuando no entendió exactamente qué estaba ocurriendo. ¿Qué tenía que ver eso con ella?. —Pero, mi padre asesino a mi abuelo hace años.
