❝ capítulo II ❞

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El sol ya estaba saliendo en Francia, para ese entonces Elizabeth se encontraba en la cima de un edificio, observando el movimiento de la gente debajo. No podía creer como a  tempranas horas las personas ya trabajaban o salían de casa, supondría que esa era la maravilla de los trabajadores y le encantaba ver aquello. Se encontraba tranquila debido a que había llegado unos minutos antes de la hora asignada, siempre solía estar puntual pero está vez los nervios le había jugado en contra y su despertador biológico se fue al retrete. Suponía que estaba así por el hecho de que Arno estaría en esta misión y eso cambiaba un poco las cosas.

—Miren quien ha llegado antes— la voz de Bellec la hizo volver en si, se giró cruzándose de brazos y sus ojos se entrecerraron levemente.

—Bonjour.

—¿Qué plan tenemos?—  Arno se acercó, miraba a  Bellec quién lo observó burlón. 

—¿Tenemos? Ya no eres un aprendiz chico, estudia la situación e idea tú propio plan. No te llevaré de la mano.

Arno no estaba satisfecho con esa respuesta pero no le quedó de otra más que intentarlo, era inteligente y había tenido buenos planes anteriormente. Dió unos pasos hacia adelante y busco tener mejor vista, se agachó mirando el lugar de la misión, sería difícil. 

—¿Alguna idea?— Lizzy se agachó a su lado.

—Estoy en eso.

Los ojos marrones iban de un lado a otro, encontrando variantes para poder lograr este comentido sin ningún tipo de problema. Escuchar la voz de Bellec a veces se le hacía insoportable, pero sus consejos solían servir incluso aún que algunos sean literalmente sobre suicidio.

—No hay blanco inalcanzable, sí no encuentras un punto débil que usar, créalo. Hay muchas oportunidades, aprovéchalas.

—Porque es muy fácil hacerlo, ¿verdad?— Lizzy se levantó una vez ver cómo Arno lo hacía.

—Sí todos nuestros planes fallan, ¿por qué no sacrificarte por la causa? Tu vida por la suya, antes de Altair, ese era el enfoque levantino.

—¿Una daga a plena luz del día y que me den por muerto al instante?— preguntó Arno mientras lo observaba, la pequeña se mantuvo callada pero su risita se escuchó. 

Assassin's Creed: revolución Where stories live. Discover now