4. Posible e inalcanzable

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【Ian】

Sé que es de día cuando siento un cosquilleo en la cara causado por un pedazo de paja que se me restriega conforme gruño. Los pájaros, en su irritante piar incesante, anuncian el amanecer. Luego, la luz del sol atraviesa la paja y se filtra en mi habitación, evitando rozar mi piel, aunque no logro evitar unos pequeños rasguños superficiales que causa la paja cada vez que la intento apartar con la mano.

—¡Ian, cariño, el desayuno está listo! —me gritan desde la ventana de la casa principal—. No olvides lavarte la cara y las manos, por favor. ¡Y no más erecciones mañaneras en la mesa!

Suspiro y observo el techo, donde un agujero desfigura su integridad aunque este lugar en el que me encuentro no es propiamente una casa. He intentado repararlo de diversas maneras, pero mis recursos son limitados, además de caros. No quiero molestar a las chicas que comparten este espacio conmigo, ya que cada una tiene sus propias preocupaciones y han sido amables conmigo hasta cuando me pillaban arreglando las cosas por mí mismo hasta empeorar mi intento de solucionarlo.

Encogiendo mis piernas, las muevo hacia un lado de la cama antes de sentarme y bostezo. Soy demasiado grande para la cama intermedia, y dado que estoy durmiendo en un granero, no puedo poner una cama más grande ya que ocuparía gran parte del espacio. Tampoco puedo quejarme, ya que no tengo que pagar mi hospedaje, pero sí me comprometo a ayudar en todas las tareas posibles para aliviar la carga de las dueñas de esta casa y permitirles trabajar en paz, sin sentirse abrumadas por las labores domésticas o el trabajo de campo.

Me levanto y mi mi bóxer rebota ante el movimiento dentro de la tela. La erección de todas las mañanas sigue exigiéndome que me masturbe, pero no tengo tiempo para ello ahora que me he levantado una hora más tarde de la habitual. Como mucho la reduciré con agua fría y ya dedicaré atención por la noche antes de dormir.

Ignorando ese detalle, me dirijo con pasos lentos y vagos hacia el barril de agua en la esquina, donde se encuentra un espejo redondo de madera oscura y la puerta que conduce a un cuarto de baño con ducha. Antes no estaba ahí, así que tuve que esforzarme mucho para obtener el permiso de las chicas, ayudar en el proyecto y prometer que siempre lo mantendría limpio. El agua fría corre sobre mis manos y, con unos cuantos frotes, la llevo rápidamente a mi rostro para eliminar los últimos vestigios de los sueños que tuve después de otra pesadilla.

Esas pesadillas son recurrentes, pero confío en que algún día desaparecerán.

Seguidamente me la saco del bóxer, semi-erecta, con un suave vello rojizo arremolinado en la cumbre donde se encuentra el pubis. De cabeza estrecha y tronco grueso, no la cubro con una mano, y si la agarro con las dos sólo queda la punta afuera. Es increíble que algo tan común entre los hombres, en realidad sea distinto al mismo tiempo. La piel es totalmente pálida, y las venas azuladas se marcan en la parte inferior de mi polla; la punta a diferencia del común rosa oscuro de la inmensa mayoría, en mi caso es un rosa pastel. Una vez, un cliente me dijo que tenía un pene muy bonito, aunque para mí todos los penes son iguales y su utilidad sigue siendo la misma: Para mear, manosearte hasta liberar tensión y para follar. No sirve para más.

Con una mano la sujeto, notando el suave bombeo sobre mis dedos, mientras que con la otra tomo un poco de agua helada y la tiro por encima. La piel de todo mi cuerpo se eriza, y mi espalda se arquea hacia abajo, a la vez que aprieto mis labios porque es una de las zonas más sensible que tengo. La erección demora casi un minuto en reducirse lo suficiente hasta que con una mano es suficiente.

—Sin Omega Puro no hay diversión, amigo —le digo en un susurro, sin siquiera esperar una respuesta de vuelta—. Él no nos aceptará tan fácilmente, y las pajas no servirán eternamente...

𝕰𝚕 𝓢𝚎𝚗𝚝𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘Where stories live. Discover now