7. Un precio estúpido

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【Glass】

Es domingo por la mañana cuando sé que las cosas pasarán a ser un caos. Lo sé por el olor del desayuno que entra por debajo de la puerta, mientras mi madre está tarareando, y el luminoso sol que se cuela por todos los rincones de mi habitación lo hace para demostrarme que hoy no habrá ni una sola nube. Tampoco es que esperara una tormenta en realidad, ya que de normal el clima aquí es tropical gran parte del año. 

Perezosamente me levanto de la cama y me meto en mi baño con intención de tomar una ducha sin siquiera prestar atención al llamamiento de mi madre. Dentro, tras quitarme la ropa, me miro en el reflejo del espejo y analizo mi aspecto. Recuerdo que pasé gran parte de mi vida llevando un corte de cabello al estilo mullet porque mi madre decía que "me hacía encantador y un poco extravagante, pero mi belleza eclipsaba la rareza del corte"; pero al final yo mismo ordené en una peluquería que me hicieran un undercut aunque me pusieran pegas, preguntaran demasiado y me sacaran el mal carácter. Es negro como una noche sin luna ni estrellas, como la tinta que usaban antiguamente para escribir las cartas, y los ojos se aprecian distintos a lo que cualquiera podría estar acostumbrado a ver. Yo mismo he visto otros tonos de azules en distintas variantes, pero ninguno como el mío, donde hay tres tonos mezclados en una armonía perfecta.

Mi rostro es ovalado, de piel tostada dado el lugar de donde vivo, y las pestañas son largas como las de cualquier Omega. Cejas superficialmente gruesas, nariz chata, labios pequeños con cierto grado de relleno y detalles finos que caracterizan a mi raza. Los Omegas jamás tendremos un rostro excesivamente varonil porque nuestro nivel de testosterona no es demasiado alto, y el nivel de estrógenos difiere bastante de la cantidad que tendría una mujer. Los hombres Omega somos un equilibrio químico, por eso se nos codicia más que a la mujeres: Podemos parir, podremos tener una apariencia andrógina si nos aseguramos que el lento vello facial se elimine de inmediato todo el rato o nos depilemos, el tono de voz que generalmente es suave y melódico... No es que una mujer sea menos válida, sólo que es más "común". 

Doy un paso hacia atrás una vez me quito la ropa y me observo completo. Como es obvio, no tengo casi nada de pelo en el cuerpo pese a no afeitarme ni depilarme. Lo que se ve en mi cara es la sombra de una barba que a duras penas estropea la armonía del rostro, mi pecho está vacío de color negro y abajo a duras penas se aprecia la oscuridad rizosa. Pero hay algo que me hace diferente a los demás: Tengo músculos superficialmente definidos. 

Nunca he visto a un hombre Omega con algo más que un pene pequeño y un culo pronunciado. Todos son planos. Todos son delgados. El único "pero" es cuando tienes un bebé, que es cuando te cambia el cuerpo, pero quitando eso no he visto nunca a un Omega que tenga abdominales, oblicuos o un pequeño pecho con cierta elevación.

—Él tiene demasiado —opino, refiriéndome a Ian—. ¿Cómo ese cabeza de coco tiene tanto músculo, si nunca lo he visto en el gimnasio?

Coloco las manos alrededor de mi pecho y lo prieto hacia adentro. Ian tiene un pecho lo bastante pronunciado para que puedas meter la cara ahí en medio, casi como si tuviera tetas. Claro que sólo hablo por lo que se aprecia por debajo de la ropa, ya que nunca lo he visto sin ella; y tampoco es que me interese. De hecho, prefiero que mis ojos sean vírgenes en ese aspecto de esa palmea hueca.

No tendrá nada interesante, sólo su altura y ese absurdo cuerpo plagado de carne abultada.

—¡Glassian, por amor de Helios, baja de una vez! —grita mi madre desde abajo.

Le respondo pisoteando el pie varias veces contra el suelo, para que sepa que estoy en el baño, ya que prácticamente está encima de la cocina. Después jadeo una blasfemia y me meto en la ducha para planificar mi día antes del Juicio Final.

𝕰𝚕 𝓢𝚎𝚗𝚝𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora