Una herida al pecho

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Christopher, como nunca antes, sentía que una bala le estaba atravesando el pecho y le inmovilizaba todo el cuerpo. Por primera vez en su vida, sentía que no había escapatoria u opción.

—¿Así que has analizado todas las opciones, Louise, y en todas es realmente necesario que salga de sus vidas?

—Christopher, estoy aquí porque llevo años buscando soluciones y alternativas que no existen. El daño acumulado es demasiado. En serio te quería en mi vida, pero exiges demasiado.

—Pero entonces, explícame, planeas irte lejos unos meses, ¿las llevarás contigo al lugar de locos o cómo va a funcionar?

—Lo que va a pasar ahora será tu decisión. Tendré que irme unos meses sin ellas, necesitan una mamá fuerte y, por el momento, no lo soy. Me supongo que tienes que irte en unas semanas, por ello tengo dos opciones: mi madre puede apoyarme, ya lo he hablado con ella, o podrías quedarte con ellas durante este tiempo, quizá sea la última vez que las veas.

—¿No te parece que esta decisión debemos tomarla los dos?

—Christopher, decidiéramos lo que decidiéramos los dos, sabemos quién es la que se haría responsable de ellas, ¿o planeabas renunciar mañana para dedicarte a ser el padre del año?

—¡Louise, no estás siendo justa!

—¡No quiero serlo!, estoy condenada a criar a nuestras hijas sola, y lo acepto. Pero quiero hacerlo de la manera que me resulte menos dañina, yo también soy importante.

—¿Qué planeas hacer después de tu tratamiento? ¿Irte de vacaciones o qué demonios?

—Nos iremos a vivir lejos, donde podamos tener un perfil bajo, ya tengo lugares en mente donde podría empezar a trabajar. Lo debes saber, no sabrás donde será, sabemos que así será más fácil. Cuando ellas tengan edad suficiente para decidir, podrán optar por volver a tener contacto contigo o no hacerlo.

—¡Louise, esta decisión no te corresponde solo a ti, son mis hijas también!

—Entonces, ¿nos iremos a pelear a un juzgado?, ¿crees que eso sería justo para ellas?, ¿para mí? Demonios, Christopher, en quince años no has estado y ahora eres el padre del año que puede tener voto en cómo debe ser su vida. Por Dios, tu hija pudo haber muerto, ¿no es suficiente para reconocer que tengo razón?

—Tienes que darme tiempo para asimilar las cosas, Louise, para el momento en el que tengan edad para decidir, podrían ya ni siquiera recordarme.

—¿Dentro de tus prioridades está que te recuerden? Vaya.

—Lo que hago es bueno, Lou, podemos hacer algunos ajustes, solo necesitamos tiempo para pensar las cosas si...

—¿Como cuáles ajustes? Como esos que prometiste hace meses de que vendrías más seguido, de que prometiste que tendría comunicación directa contigo, de que Eric ya no estaría a cargo de nosotras, de que nuestras hijas podrían tener una vida a salvo, o de que por lo menos les marcarías en los momentos importantes. No voy a entrar en discusión sobre eso, reclamarte nunca funcionó. Ahora, el tiempo que pides, obviamente lo tendrías, pero veamos, ¿cuándo tienes que irte?, según mis cálculos, probablemente la siguiente semana para desaparecer seis meses. ¡No puedo darte seis meses de mi vida!, estoy pendiendo de un hilo.

—Muchas cosas están pasando por mi cabeza, estás siendo egoísta, este nunca fue nuestro arreglo —dice Christopher, trata de calmar la palpitación firme que tiene su sien izquierda, pero es inservible.

—¿Cuál era el maldito arreglo? Que tú fueras a salvar al mundo cuando yo me quedo aquí, criando a dos niñas que supuestamente tiene un padre, mismo que aparece y desaparece, por el que tienen que sacrificar tanto y no reciben nada a cambio. ¿Es un arreglo un tanto injusto, no lo crees?

Christopher no tiene palabras para contestar eso y las lágrimas brotan de sus ojos, solo puede pensar en todo lo que está a punto de perder.

—¿Qué pasará con nosotros?

—Debo soltarte. Estoy segura de que nunca podré dejar de amarte y quiero que te conviertas en el recuerdo más bello que tengo.

—En unos años todo cambiará, y podré ser el hombre que ustedes necesitan, podríamos ser lo que nunca hemos sido, podría ser el compañero que tú necesitas.

—Aferrarme a esa idea me puede matar, amor, puede matar a nuestras hijas, no puedo hacerlo.

Christopher ve hacia el horizonte, le duele todo el cuerpo y quiere desaparecer, por primera vez ve a Louise y no puede sentir más que tristeza y rabia al mismo tiempo. Después de un continuo silencio, solo puede pedirle a su esposa que regresen a casa.


Las mujeres del héroeWhere stories live. Discover now