Hablando con la pared

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Christopher sale del cuarto y busca desesperadamente el contacto de Eric en su teléfono. Derivado de los eventos recientes, tiene la necesidad de hablar con alguien que pueda tener un criterio distinto; desde que llegó a casa todo ha sido un bombardeo de juzgamientos.

A pesar de considerarse una persona reservada con sus asuntos personales y no haber necesitado externar nada relacionado con sus problemas privados en el pasado, necesita sacar de su pecho las emociones tan latentes y contrarias que le están quemando. Además de ser una clase de asistente personal, Eric representa la figura más cercana a un amigo, pero hacer esta llamada no deja de ser una situación incómoda y poco natural.

—Hola, galán, ¿viste los ajustes que le hicieron a tu casa? Es seguro que hubieras aparecido en MTV Cribs o algunas de esas mierdas y hubieras hecho que todos quedaran en ridículo —le dice Eric por teléfono.

—Parece una pequeña ciudad, es... demasiado.

—Tómalo como un ajuste de cuentas retardado por haber vivido toda tu adolescencia en cuarto de 2x2 metros. Tom me ha dicho que lo tomes como un obsequio para hacer las paces y dejar atrás los inútiles desacuerdos.

—No puede importarme menos en este momento —Christopher interrumpe su oración y con un suspiro quiere deshacerse de esa barrera que le impide decir las palabras que su mente manda a su boca—. Eric, no sé cómo decir esto... Louise me ha dejado o lo hará en unos meses, es complicado.

Christopher comienza a compartirle algunos detalles sobre el día anterior y Eric está asombrado del giro que dio la conversación; habían hablado de muchas cosas en sus bastantes años de relación, pero nunca sobre algo parecido y, a pesar de que trata de expresar que le sorprende, por algunas fallas en su actuación hace evidente que ya lo sabía.

—¿No crees que se le pase el enojo en algunos días? A veces así es con las mujeres, se dejan llevar por el momento y no es cosa menor que haya perdido a su padre. Invítala a cenar, usa esos ojos azules que han conquistado al mundo.

—Está enojada por lo de Pam, al parecer alguien creyó que no fue necesario compartirme ese dato.

—No sé qué te haya contado Louise, no fue necesario, amigo, me ocupé de todo —dice Eric tratando de cerrar tajantemente esa conversación.

—No te correspondía decidir a ti sobre si era o no era necesario, Eric; es mi familia, carajo, te pido que te adhieras a tus funciones.

El comentario provoca una sensación de opresión en el estómago de Eric, tal como si hubiera recibido un gancho sofocante.

—Christopher, no me vengas con que no sabías los riesgos que venían con tus decisiones. Soy el encargado de operaciones trasnacionales militares y de exploración, no un conciliador de relaciones maritales y tu vocero para darle las buenas noches a tus hijas. Pero está bien, considéralo hecho, la siguiente vez que ocurra algo así, serás informado inmediatamente.

—Eres tan cínico para hablar de una siguiente vez como si fuera cualquier cosa.

—Mira, Christopher, como tu amigo te digo que no confundas los temas profesionales con los temas privados. Tu mujer está teniendo unos momentos difíciles, todo saldrá bien. Finalmente, que te deje no será el fin del mundo o ¿crees extrañar a alguien que ves de dos a cuatro veces al año? Piensa las cosas esta semana.

Christopher se asombra de lo próxima que es la siguiente partida, siente que los minutos corren con rapidez.

—¿Así que la siguiente salida es la próxima semana? Quizás... podamos posponerlo un poco.

—Mi estimado Chris, no sé cómo crees que funcione tu trabajo, pero yo no soy recursos humanos como para que me vengas a contar tus problemas y regalarte unas vacaciones porque estás teniendo problemas en casa. ¿O quieres que vaya por mi pluma y anotemos las áreas de oportunidad que tiene nuestro trabajo? Por Dios, Christopher, lo que haces no se pospone, solo sucede.

—Quiere llevarse a las niñas —Christopher tiene la ilusión de que ese comentario despierte algo de empatía por parte de su compañero, siente que le vendría bien escuchar eso.

—¿Y crees que le va a funcionar? Si tú quieres a las niñas las tendrás, como si esa mujer fuera capaz de ver por alguien más, apenas puede con ella.

—Esa mujer es mi esposa, Eric, y al parecer está enferma.

—¿Ves? Tan simple como decir que no es la candidata ideal para hacerse cargo de dos menores. No tienes de qué preocuparte.

—Puedo perder a mi familia, ¿y me dices que no tengo de qué preocuparme?

—Amigo, dale tiempo a esa mujer, siempre regresa a ti. Que se vaya a esos retiros espirituales o a pintar cuadros a la playa, que se gaste dinero para olvidar sus penas, hay cosas reales de las que preocuparse.

—Eso quiero creer, Eric, pero es extraño esta vez. De cualquier forma, debo pensar las cosas, no puedo irme la siguiente semana.

—Todo saldrá, no es el fin de mundo amigo. Lo de quedarte la semana, considéralo hecho —dice Eric mientras comienza a emitir una bomba de detalles logísticos y horarios de algunas reuniones que debe realizar durante el tiempo que esté en la ciudad.

Christopher quiere golpearlo, no reconoce a la persona que está del otro lado del teléfono, pareciera que no ha escuchado nada de lo que le dijo, que está hablando con una pared con una composición de cemento grueso, pero, su lista de amigos no es grande y las decisiones que ha tomado no son compatibles con un trato afectuoso por parte de círculo personal cercano, así que procede a apagar esa bomba de sentimientos y prender el piloto automático. 

Las mujeres del héroeWhere stories live. Discover now