Muy lejos de casa

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Louise se encuentra sentada a un lado de una ventana que tiene por vista una montaña llena de nieve. Le resulta fascinante cómo ha cambiado el paisaje en cuestión de horas. Le resulta irónico que la manera de conocer el mundo tenga que ser esta.

Llegó a las instalaciones del hospital por la noche, custodiada por varias patrullas. Le explicaron el proceso de entrada y cómo debía dejar todas sus pertenencias al entrar, lo que le aterró hasta lo más profundo de su ser; podría nunca volver a ver a sus hijas y de una manera que harían ver como voluntaria.

Las manos se le están congelando, por lo que decide tomar un buen sorbo a su té, quiere por lo menos encontrar en su sabor algo agradable, algo que le recuerde que está viva, porque a ciencia cierta, parece ya no poder comprobarlo.

Ha estado un par de horas sola en la habitación y la espera la está matando. No tiene ningún reloj cerca, pero el cambio en la posición del sol le ha ayudado a no perder del todo la noción del tiempo.

No sabe si está confiando en las personas equivocadas, desde hace mucho tiempo ha sido un error recurrente en su vida, recuerda cuántas veces trató de buscar refugio en su esposo y cuántas veces nunca llegó. Sin embargo, lo que más le aterra es no poder confiar en ella misma un minuto más, sabe que está a punto de quebrarse.

Hace un breve recorrido a los hechos recientes; cómo pasó de ser una periodista prometedora sin ningún tipo de vínculo ni deuda a convertirse en una próxima fugitiva o, en el peor de los casos, una desaparecida.

La voz de la razón le dice que es imposible la posibilidad de éxito y su esfuerzo por callarla ha sido un total fracaso, se ha apoderado de ella. El silencio de la habitación es interrumpido por la apertura de la puerta y la entrada de una persona a su cuarto; presume que es un doctor por el tipo de vocabulario complicado que utiliza y su uniforme.

—Han sido días largos, me da gusto que haya podido descansar. Voy a encargarme de su caso —dice el hombre mientras le hace entrega de sus medicamentos.

Louise solo puede hacer una mueca torcida, sabe que cualquiera de estas personas también puede hacerle daño, sabe que cualquiera de esas pastillas puede resultar de una manera fatal, pero el doctor la sigue con la mirada para que no pueda deshacerse de ellas.

—Para poder proceder, necesito que me prometa que será totalmente honesta conmigo.

—En este momento, no tengo otra alternativa —dice Louise evitando hacer contacto, tiene el presentimiento de que este doctor trabaja para Eric, califica de estúpida su esperanza de ser ayudada.

El doctor seguía haciéndole preguntas, las cuales tenían un objetivo notorio trazado para diagnosticar una enfermedad psiquiátrica grave que le quitaría toda credibilidad y la esperanza de Louise comienza a desvanecerse. No podrá hacer absolutamente nada, es muy probable que su desaparición sea una noticia sorprendente los primeros días, después se encargarían de borrarla, para siempre.

No entiende cómo fue tan estúpida, le ha facilitado a Eric todo. La muerte de su padre fue una señal directa y clave para saber que no estaban jugando. Hizo este salto de fe y creyó en aquellas mujeres que la contactaron, por no ver que sus hijas o madre se convirtieran en la siguiente estadística del resultado que tiene retar a la persona equivocada.

Cuando la angustia y la impotencia comienzan a invadir todo su torrente sanguíneo, ve que por el pasillo se asoma una mujer. Toca la puerta y el doctor le hace una seña de que entre. Louise esperaba lo peor, quizás era ella la quien le indicaría el camino hacia una habitación sin ventana alguna dónde pasaría sus últimos días.

Pasa la mujer y le entrega un sobre al doctor diciéndole que es importante, sobre todo que lea la parte de pequeñas letras que hay al final del documento. Cuando el doctor se quita los anteojos para poder leer el papel de manera cercana, la enfermera busca los ojos de Louise y le hace una seña con las manos y un sonido extraño.

Louise activa todas sus neuronas para recordar las indicaciones. Es la clave que le dijeron que era para reconocer a quienes la ayudarán a salir de ahí. No está segura de nada, podría ser su imaginación, pero por lo menos, la esperanza tan moribunda y débil que tenía, ha vuelto para mantenerla de pie por lo menos un día más. 

Las mujeres del héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora