De gira

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Louise ha perdido la cuenta de las declaraciones que ha dado en el último par de días. Vaya que Greta sabe moverse. Ha visitado docenas de medios de comunicación. Las preguntas se repiten y todas giran alrededor de su matrimonio fallido. En algunas la victimizan, en otras le dan la razón. Ha practicado con Greta las posibles respuestas para no generar una controversia dañina, pero siempre terminan hablando de algo que no estaba ensayado.

Cuestionan la razón por la que duró tanto de esa manera. Cuestionan la veracidad de su historia. Cuestionan si realmente era tan malo como ella lo dice. Incluso, la han hecho dudar sobre sí misma. Louise se había imaginado en el pasado con todas estas cámaras en frente. Siempre soñó con viajar promocionando un buen trabajo de investigación periodística o una novela de su propia mano. Nunca se imaginó que lo haría de esta manera.

—Señora Williams, ¿podría por favor decirnos cómo ha sido su vida siendo la mujer del general Christopher Williams? —le dice la entrevistadora a Louise.

Las palabras no quieren salir de su boca, nunca había estado frente a una audiencia tan grande. Eran tantas cámaras, luces y miradas apuntándola que no sabía a qué dirección mirar. Greta le dijo que esta entrevista era demasiado importante, quizá la más. Le repitió más de una vez que la entrevistadora no era una mujer fácil y no aceptó hacer preguntas conforme a un guion.

—Señora Williams, ¿se encuentra bien? —vuelve a llamarla la mujer que se encuentra a su lado.

—Esto no es sencillo para mí —dice Louise con una voz temblorosa, pero se siente orgullosa de que por fin las palabras pudieran salir de su boca. Siempre había una mujer muy elocuente y sin miedo a hablar, no sabe en qué momento eso cambió—. La vida al lado de Christopher ha sido muy difícil, no desde siempre, pero en los últimos años se convirtió en un infierno para nosotras.

—Cuéntenos más, señora Williams —dice la entrevistadora dándose cuenta de su error—. Señorita Anderson, una disculpa.

Louise solo puede responder con una sonrisa, ha estado tan acostumbrada a que se refieran a ella con el apellido de su esposo que ni ella misma se había dado cuenta del error.

—Louise está bien, Sandra —le sonríe Louise. Toma un suspiro grande y continúa—. Yo sabía de las consecuencias que venían con ser la esposa de un hombre de guerra, pero era algo tan normal que solo pude saber lo lejos que puede llegar hasta que fue tarde. Vengo de una familia tradicional de nuestro país, veíamos fútbol los domingos y portábamos con orgullo nuestra bandera gritando a los cuatro vientos que somos de la tierra de las libertades. Si en este país nos enseñaran desde niños que la guerra nunca puede ser buena, no tendríamos al ejército más grande del mundo. Necesitan meternos a la mente que no es guerra lo que hacemos, porque estamos hechos para ser los salvadores, cuando en realidad somos el chico bravucón que se mete donde no lo llaman —Louise se detiene un poco, sabe que está yendo demasiado lejos y que ya no hay vuelta atrás—. Era cuestión de tiempo para que se dieran cuenta que el bravucón no es tan fuerte como parece —Louise abre una botella de agua que estaba a su costado y toma un grande trago —: Mi esposo fue el símbolo perfecto para calmar a la crisis de patriotismo que tenía el país.

—¿Qué te llevó a concluir que exponer en medios algo tan personal y delicado era la única solución?

—Creo que sabemos que ningún juez se iba a atrever a cuestionar al héroe del país —Louise mira fijamente al público.

—¿Intentaste demandar el divorcio?

—Sí, en dos ocasiones.

—¿Sabes que no existe ningún registro que lo avale?

—Sí, lo sé.

Sandra hace una mueca de inconformidad. La respuesta le pareció deficiente.

—Puedes platicarnos un poco sobre el atentado que hubo contra tu hija mayor, ¿saben quién lo hizo?

—Nunca me dijeron nada, solo me dieron a entender que era un daño colateral y que ya me callara, nadie lo tomó en serio, en especial Eric Thompson.

—Creo que debemos tener cuidado con lo que decimos en TV, Louise, esto será tratado ante autoridad jurisdiccional —dice Sandra haciendo notar su incomodidad y ganas de terminar la transmisión.

—No me importa. La justicia de este país es una farsa. Querían desparecerme.

—¿Cómo iban a hacer eso?

—Diciéndome que era incapaz de hacerme cargo de ellas, que estaba enferma, que era inútil. Y estaban a punto de lograrlo, pero por un milagro, estoy aquí frente a ustedes. Los documentos que prueban eso se han hecho públicos a través de mis redes sociales que recién se han creado. No hagan caso de las antiguas, no las manejo yo.

—Me parece que tenemos que cortar la transmisión en vivo por el día de hoy —dice la mujer mientras se levanta de su sillón.

Todo el mundo en el público manifiesta su inconformidad, le faltaba más de la mitad a la entrevista.

—¿Qué demonios están haciendo? —dice Greta a Sandra.

—Nunca fue un acuerdo transmitir este tipo de porquería. No perderé mi trabajo por una estúpida mujer que no puede enfrentar sus propios problemas. ¿Tienen idea en lo que se están metiendo?

—Así de sucia es la maldita realidad, querida, ¿no te dedicabas a investigar la única verdad? —le dice Louise.

—Yo creo en este maldito país. Sáquenlas del estudio —dice Sandra apuntando a unos hombres uniformados.

—¡Puedes meterte tu periodismo de mierda por donde quieras!, ¡esto lo sabrá el mundo! —le dice Greta mientras toma a Louise del hombro para que puedan salir antes de que un par de hombres fornidos las obliguen.

Greta no había elegido a esta entrevistadora al azar, sabía que necesitaban una plataforma con transmisión en vivo que no estuviera controlada por las cadenas de televisión del país y que además la escucharan millones de mujeres en el mundo. Sandra, la entrevistadora, era una mujer de padres inmigrantes que ante los medios se había declarado feminista hasta la muerte, defensora de las minorías. Varias veces había exhibido casos de violencia política, incluso fue un factor determinante para que a un congresista lo destituyeran del cargo por tener nexos con la trata de mujeres.

A Greta y a Louise les queda claro con lo sucedido, que existen momentos y circunstancias, que te hacen perder hasta la última gota de tus ideales. Puede tratarse de dinero o de poder. O el miedo de perderlo todo. No saben cuál fue el caso.

En el camino al auto, Louise escucha una voz conocida a la distancia. Era Eric. Era obvio, Sandra haría una entrevista complementaria para responder y cuestionar cada cosa que han dicho.

—¿Crees que haciendo berrinche lograrás algo, Louise? —dice Eric con una sonrisa en su rostro, tomando un sorbo a su café.

—Si yo caigo, Eric, ten por seguro que caerás conmigo, bastardo —Louise le escupe al suelo cerca de Eric.

Segundos después se da cuenta que Christopher estaba justo detrás, es evidente que escuchó fuerte y claro su comentario. Ambos se quedan mirando fijamente, no tienen idea qué es lo que sienten por el otro en este momento. Se asombran cómo han cambiado las cosas, hace unos meses cualquiera que los hubiera visto juntos, hubiera hablado del gran amor que se tenían.

Greta se da cuenta de lo que sucede y toma del brazo a Louise para que suba a la camioneta, lo que menos necesita ahora es que Christopher utilice su labia para convencer a Louise de abandonar todo.

—Thompson, ¿no deberías estar ocupado viendo a quién quitarle petróleo? Tengo entendido que para eso te paga el país —dice Greta quien está a punto de subirse al asiento del copiloto de la camioneta.

—Linda, puedo hacer múltiples cosas a la vez, no tengo el gusto de conocer tu lindo rostro, pero si me permites un consejo, te diría que dejes de meterle mentiras en la cabeza a esa mujer —dice Eric tratando de acercarse a la camioneta.

—Que bien que no conocías mi rostro, porque eventualmente, me encargaré de que cuando aparezca en tu mente, sea un verdadera y auténtica patada en el trasero —Greta cierra la puerta de la camioneta.

Louise se queda impactada de la manera tan segura en la que Greta confrontó a Eric, esa imposición de miedo solo la había visto en hombres. No sabe si eso debe ser motivo de paz o de preocupación. De lo que está segura es que quería seguir viendo los ojos de su esposo. Sus ojos azules. Le encanta cómo se ve de traje. 

Las mujeres del héroeWhere stories live. Discover now