El pacto

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—¿Sigues tomando café con leche? Te he dicho que eso no debería llamarse café.

Louise conoce esa voz, está aterrada de confirmar de quién es la boca de donde provienen esas palabras. Solo mantiene la mirada en el suelo, pero finalmente los pasos que se escuchaban a un par de metros terminan por poner a Christopher frente de ella.

—Hola, Lou, me encanta verte de nuevo —dice Christopher con una sonrisa que no puede extenderse más.

Louise no deja de observar el suelo y seguir en su estado de petrificación.

—No vengo a hacerte daño, nena, vengo por todo lo contrario.

—¡Aleja... aléjate, te lo suplico!

—Estás a salvo. No vengo a reprocharte nada. El problema es que tenemos muy poco tiempo.

Apenas Christopher termina su última palabra y Louise comienza a correr hacia los árboles de la izquierda, no lograba ver a nadie más para poder gritar, pero siente cómo sujetan con fuerza su brazo.

—No puedo pedir que confíes en mí, pero si hubiera querido lastimarte, ya hubiera pasado, nena. Ninguno es culpable de lo que ha pasado. Además, creo que estamos a mano.

La última oración movió una palanca de cambio de emociones en Louise. Ya no sentía miedo. El coraje comenzó a envenenar sus venas y sus ojos por fin se encontraron con los de Christopher. Su corazón albergaba una estúpida esperanza de encontrar a su esposo arrepentido con una explicación lógica, o inclusive, una versión llena de rabia. Pero encontró uno indiferente, uno que no siente culpa. Tiene enfrente al monstruo que los últimos meses le han descrito una y otra vez.

—¿Quién la tiene entonces, Christopher?

El semblante de Christopher cambia inmediatamente. Sabe que debe cambiar de estrategia.

—Sé que tengo muchas cosas por explicar, pero no tengo demasiado tiempo. Para que el plan funcione debemos actuar hoy.

Louise responde con una risa estruendosa que se acompaña de un par de lágrimas en los ojos.

—No quiero volverte a ver en mi vida, Christopher.

Louise abandona nuevamente el lugar para ir en busca de la puerta que la llevé hacia el departamento donde está resguardada. Llevaba días negociando que la dejarán ver el sol a cambio de algunas entrevistas y declaraciones en redes sociales donde simplemente manejaban hasta su respiración; accedieron.

Por su mente pasa que todo esto ha sido planeado. Que probablemente la han vendido como carne y hueso. Greta es la misma mierda que Christopher, no hay alguien mejor o peor.

Christopher aumenta la velocidad de su paso para quedar nuevamente frente a ella, pero a Louise no parece importarle.

—Deja a un lado tu orgullo, nuestras hijas podrían morir si sigues en esta postura.

Christopher cree que con ese comentario será suficiente para tener de nuevo la atención de Louise.

—¿Orgullo? Espero que sepas identificar la mierda pura que está saliendo de tu boca ¡Si ellas están en riesgo ha sido porque eres un maldito enfermo!

—La vida son decisiones, Louise. Pudiste haber elegido hacer esto de otra manera. Y no fue así. Pero vengo a decirte que no habrá más secretos, ahora lo sabes todo y estoy dispuesto a negociar lo necesario. No quiero perderte. Te prometo que no habrá las ataduras a los paradigmas obsoletos, no volverás a sentirte obligada a hacer algo porque eres mi esposa o la madre de las niñas, serás libre.

—Gracias por tu preocupación, solo que llegó un poco tarde, más de quince años tarde. Vaya que eres lo peor que me ha pasado en la vida —Louise nuevamente rebasa a Christopher para dejarlo atrás.

Las mujeres del héroeWhere stories live. Discover now