Confusión y miedo

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–Shhh lo puedo arreglar, no está profundo, solo se abrió la primera capa de tu piel, nada que preocuparse.– Deborah saca en la guantera torundas de algodón y gasa.

–¿Segura que no es más profundo?

–Te lo aseguro.

Deborah saca una paleta de dulce.

–En primer lugar para quitar el desagradable golpe de la vida  tienes que endulzarte con una paleta.–Deb me sonríe mientras quita la envoltura para después obsequiarme la paleta.

Ella abre la puerta de mi lado, me limpia la sangre mientras aguanto el ardor de la herida y a la vez disfrutaba el sabor a cereza de la paleta. Es la primera vez que tenia ese tipo de atención, ni siquiera mi papá tenía la molestia de limpiarme cada raspón que me provocaba en las rodillas cuando era una niña, me sentía rara pero a la vez me sentía que me estaban consintiendo como una niña pequeña ¿Acaso estaba sintiendo atención maternal? ¿Así se siente la atención con cariño...?

–Y listo.–Deborah había terminado sellándome la herida con la Gaza.

–Woow deberías ser como tú padre.

–¿Médico? No gracias, es una vocación con mucha paciencia, cualidad que no tengo.

Habían pasado veinte minutos desde que me sanó la herida, tenía en la frente una Gaza nada discreto y menos si mi cabello no cubre esa área gracias al gorro de tela que lleva mi pelo recogido, todavía tenía puesto mis lentes de sol.

–Te dejaré hasta tú salón, ¿Vale?

–No creo darte más molestias.

–No lo es.– Ella sale del auto y abre mi puerta y me ofrece su mano.

–Ya puedo ver.–Dije

–Es cierto lo olvidaba.–Ambas reímos.–¿Te puedo acompañar hasta tú salón? Digo, para saber que llegaste sana y salva hasta tu asiento.

–Si eso te hace sentir bien, de acuerdo no hay problema.

–Antes de que se me olvide.– Deborah abre la puerta trasera para agarrar las mochilas, sin embargo ella saca una hoja, estirando su brazo hacia mi.

–¿Qué es esto?

–Es un justificante médico, sellado por mi papá, así puedo faltar las veces que quiera.

–Tus maestros no sospechan de que es tu papá.

–Casi nadie sabe mi vida personal excepto Alan y tú. Y créeme los maestros son muy despistados no han visto el apellido del doctor así que por el momento no hay problema.

Ambas entramos al bachillerato, habían varios alumnos fuera de las aulas. Pasamos por un largo pasillo hasta llegar a mi salón, al entrar todos se nos quedaban viendo, por suerte no estaba el maestro pero había cosas de él en el escritorio, señal de que estaba aquí unos minutos antes de entrar.

Nadie decía nada por el momento, estaba Jade y sus amigas hablando entre ellas, ignorando nuestra presencia.

En el fondo ví a Lina junto con Ámbar, se sentaron juntas. Diana me levanto la mano dándome señas para sentarme junto con ella, hasta el fondo de la fila del medio, Deborah me siguió pues ella sostenía mi mochila en un hombro y en la otra su mochila.

–Hola Diana.–saludé.

–¿Qué te pasó? ¿Por qué llegas con gafas y una gasa en la frente?

–Creo que aquí estás segura, te dejo Ever.– Dijo Deborah retirándose.

La sostuve con la mano para agradecerle todo lo que había hecho por mi esta mañana, ella sonrió y dijo que tal vez nos veíamos en la salida, le dí una tarjeta con mi número de celular, dio la media vuelta y salió del salón.

Contigo, hasta el último momento.Where stories live. Discover now