7

169 25 14
                                    











El cuerpo tembloroso frente a él retrocedió un poco mientras negaba y tomaba la perilla con su mano.

— N-no deberías estar aquí, t-tienes que descansar, Emilio. Tienes que estar bien. — dijo con dificultad ya que los sollozos le impedían hablar con claridad, lo siguiente que hizo fué volver a cerrar la puerta.

Tragó duro e intentó abrir la misma, pero el peso del castaño se lo impidió.

— Ya estoy bien, Joaquín. Abre la puerta, por favor.

— No, no. Leidy dijo que necesitas rehabilitarte, yo... Yo no debo acercarme a tí, te lastimé cuándo lo hice. Lo siento mucho, Emilio. — y otro sollozo lo golpeó haciendo que se pusiera más nervioso y comenzara a darse golpes más fuertes. — Lo siento, perdóname.

— Joaquín, cálmate, por favor. Estoy bien, estaré bien, deja de golpearte por favor. — pidió mientras seguía intentando abrir la puerta.

Negó nuevamente.

— Yo no quería lastimarte, no quería hacerte ésto, soy malo.

— No eres malo, no lo eres. — espetó al instante y se tomó su tiempo para tranquilizarse ya que sus manos comenzaron a temblarle. — por favor, Joaco. — murmuró.

Los jadeos y sollozos se alejaron y luego el sonido del peso caer en la cama se escuchó.

En ese momento se dió cuenta de la presencia de la madre del castaño a su lado, llorando por lo bajo.

Dudó, pero finalmente abrió la puerta y se encontró con toda la habitación destrozada, algo que lo asustó, ya que Joaquín nunca hubiese desordenado a tal magnitud su lugar seguro.

Lo vió acostado encima de todo el papeleo y se dió cuenta de lo manchado que estaba de pintura; también observó sus ojos hinchados, llorosos y rojos; al igual que sus mejillas coloradas.

— Ahora entiendo porqué me odias, Emilio. Porque yo también lo hago. — dijo cerrando sus ojitos.

Osorio se encontraba con una batalla interna en ese momento; pues una parte suya le decía que saliera de allí, que él también tenía sus propios problemas y que dejase al castaño sufrir al menos una mínima parte de lo que él había sufrido.

Pero otra parte, otra que estaba ganando; le decía que dejara de comportarse cómo la persona fría y sin corazón que fingía ser; que lo ayudara porque en su corazón sabía que Joaquín no había querido lastimarlo; su Joaquín lo amaba.

Se sentía frustrado, triste, enojado e impotente. ¿Qué es lo que tenía que hacer?

Sacudió su cabeza y se acercó, para luego sentarse sobre la cama y bajó la mirada.

— Yo no te odio, Joaquín. — dijo en un tono apenas audible. — No debes odiarte porque yo no lo hago. Pero debes entender que no la pasé bien éstos años.

Los ámbar se abrieron y lo miraron por unos segundos antes de que se desviasen a otro punto de la habitación.

— Si mamá ó Elyzabeth me hubieran dicho todo lo que pasó, yo no hubiese tardado en volver. No quise lastimarte.

— No te lo dijeron porque no quise que lo supieras. — intervino. — escucha, yo... Necesito tiempo para mí, cómo dijiste, tengo que estar bien, pero no podré estar bien si tú no lo estás. — agregó sincerándose con el menor y también con él mismo.

Bondoni se sentó en su lugar ahora ya más calmado y juntó sus manitos para entrelazar sus dedos y apoyarlas en su abdomen.

— Yo me alejaré de tí si es lo que necesitas, Emilio. Quiero que vuelvas a ser feliz otra vez, y si para ser feliz yo debo estar lejos, entonces lo haré. — dijo con un dolor en su pecho. — No te haré sufrir nunca más, lo prometo. Lamento haber vuelto aquí.

¿Can I Hold You Again? // Adaptación Emiliaco - 2° Temp. de ¿Puedo Abrazarte?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora