36

151 29 3
                                    











Era muy temprano, el sol apenas estaba saliendo y él se encontraba de pié frente al espejo.

Faltaba 1 hora para que Emilio se levantara para ir a trabajar, sabía que estaba cansado, fué por esa razón que no quiso despertarlo.

Los últimos días por fin pudo comenzar a caminar por su cuenta. El día anterior había ido al hospital por su control, todo estaba bien. No había riesgos de recaer, su sistema estaba libre de nuevos inconvenientes.

Sus cabellos comenzaron a incrementar fuerza y cantidad, eso le hacía feliz. Pasó su mano sobre las cortas, pero bastantes hebras castañas, sentía sus dedos picar en cuánto los pasaba por su cabello, aún así, le gustaba esa sensación. Luego tocó sus crecientes cejas y también observó que sus pestañas estaban cómo antes.

Estaba volviendo a ser el mismo de antes.

Y eso le hacía sentirse bien.

Habían sido días de completo dolor y sufrimiento para él.

Con el miedo constante de no saber lo que ocurriría al otro día, de si despertaría ó simplemente su cuerpo no resistiría un nuevo amanecer.

Recuerda esos minutos antes de dormirse en el quirófano, recuerda el miedo y los nervios, por no saber si volvería a ver a Emilio otra vez.

Recuerda esa noche estando sólo al terminar aquella carta, con sus ojos inundados de lágrimas, en esa casi oscuridad de la habitación, ¿Cómo hubiera sido la vida de Emilio si él no sobrevivía? Eso era lo que más le había aterrado en esa semana previa a la cirugía.

Porque desde que Niurka le había contado, después de haberle suplicado su afirmación aquella vez en que lo fué a visitar al hospital, que Emilio había atentado contra su vida, él tenía miedo de que volviera a ocurrir lo mismo si algo le pasaba.

Por esa razón, le había rogado tanto en esa carta, que si no sobrevivía, no se rindiera, que siguiera viviendo por los dos, sonriendo por los dos, tal y cómo lo había hecho siempre.

Le pidió a su abuelo, que no le permitieran perder esa batalla, su abuelo le había prometido que jamás lo dejaría sólo. Supo que no le había mentido.

No sabía cómo ser fuerte, pero tenía alguien por quién luchar y todo lo que hizo fué pensar en él y en la fuerza que su Emilio le demostró en cada ocasión, en cada mal momento, en cada golpe bajo que la vida le había dado.

Si Emilio era fuerte, él debía demostrar que era digno de estar a su lado y serlo también.

Y cuándo despertó, cuándo abrió sus ojos y se encontró con esos ojos cafés que amaba, entendió que no había vuelto a fallarle, que había cumplido con su promesa.

Porque él también luchó para vivir por los dos.

Sus comisuras se elevaron y se permitió sonreírse a sí mismo.

— Lo lograste, Joaquín. — murmuró por lo bajo mientras se veía fijamente en el espejo. — Lo lograste por Emilio, lo hiciste por él, ya no eres una mala persona. Volviste a ser bueno.

— Siempre has sido bueno, vida mía. — la voz de Emilio lo hizo voltear rápidamente para encontrarse con el oji-café parado en el umbral de la puerta, apoyando su hombro contra el marco y viéndolo de esa manera que le hacía sentir esa cálida sensación en su pecho.

Ladeó levemente la cabeza.

— ¿Hice mucho ruido? Lamento haberte despertado.

Negó mientras se encaminaba hacía él.

¿Can I Hold You Again? // Adaptación Emiliaco - 2° Temp. de ¿Puedo Abrazarte?  Where stories live. Discover now