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Cuándo giró hacía su calle, se encontró con el Audi R8 negro de la pelinegra aparcado frente a su casa, aparcó el suyo en el garaje y bajó del mismo hasta llegar a la entrada, para luego, adentrarse a su hogar. Dejó su abrigo en el perchero, caminando hacía la sala en dónde se encontró con su madre siendo acompañada por la pelinegra; éstos se encontraban en una baja conversación, la cuál se cortó al instante en el que se apareció por el umbral de la sala. Los ojos avellanas buscaron los cafés, al mismo tiempo que intentaba encontrar algún gesto de tensión, molestia ó enojo; sin embargo, Emilio se mostraba serio. Niurka se levantó y trató de sonreír, formando sólo una torcida sonrisa, estaba muy nerviosa por el hecho de no saber cómo se encontraba su primogénito.

— Mí amor. — saludó la mujer viendo de su hijo hacía su hija adoptiva.

— Hola, ma. — respondió cruzando sus brazos. — Leidy, ¿Me acompañas a mí habitación, por favor? — agregó haciendo un gesto con su cabeza hacía el lado de la escalera para luego girarse e ir hacía ellas.

Sánchez respiró profundamente antes de darle un asentimiento y una pequeña sonrisa a Niurka, para intentar tranquilizarla.

—Todo está bien, mamá. No te preocupes. — dijo antes de seguir al oji-café.

Emilio estaba esperándola dentro de la habitación, parado en medio de ésta, aún con sus brazos cruzados y su rostro serio, la pelinegra volvió a inhalar antes de alcanzarlo.

Cerró la puerta detrás suyo y se quedó apoyada contra ella, fijando su vista en la contraria antes de negar e impulsarse para ponerse frente a él.

— Emilio, si estás enojado conmigo primero déjame decirte las razones por las que-...

Sus palabras quedaron interrumpidas en la punta de su lengua cuándo el rubio la atrajo en un fuerte abrazo que no tardó nada en corresponder, abrazándolo con la misma intensidad y sintiendo cómo un gran peso abandonaba sus hombros.

— No estoy enojado contigo. — murmuró contra su cuello. — no lo estoy.

Sus ojos se humedecieron mientras asentía y apoyaba su mandíbula sobre el hombro del menor.

— Lamento no habértelo dicho, pero no me correspondía hacerlo yo. Además, no podía decírtelo, no quería que recaigas, Emilio. — Se separaron y aprovechó ese momento para limpiar las lágrimas que habían bajado por las mejillas del oji-café.

Asintió. — Lo entiendo, es sólo que... Es una mierda, Leima.

— Si que lo es. Pero no debes deprimirte, ven, vamos a sentarnos. — sugirió tomándole la mano y llevándolo hacía la cama en dónde ambos se acomodaron en sus típicas posiciones; Leidy sentada apoyándose contra el respaldar mientras que Emilio se acostaba, apoyando la cabeza sobre las piernas de la pelinegra, así ésta comenzaba a hacerle caricias en su cabello. — siento mucho que te hayas enterado de ésta manera, Mailo.

Cerró sus ojos, disfrutando de las caricias relajantes de su mejor amiga.

— Fué cómo si me hubieran dado 20 golpes contra el estómago de una sola vez. — respondió. — No te imaginas lo doloroso que fué ver a mí Joaquín en ese estado. — apretó los ojos con fuerza para no romper a llorar.

— Es un momento difícil para él. Está luchando con esa enfermedad de porquería y estoy segura que saldrá bien.

— Sé que mí bebé vá a salir de ésto, es muy fuerte.

— Lo es. ¿Cómo te encuentras tú?

Suspiró. — Estoy muy confundido ahora. No sé cómo explicarlo. Estoy muy enojado y triste, pero también estoy feliz ahora.

¿Can I Hold You Again? // Adaptación Emiliaco - 2° Temp. de ¿Puedo Abrazarte?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora