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La puerta se abrió y un jadeo se escapó de sus labios mientras negaba y sentía sus manos temblarle.

— Hijo... — dijo una horrorizada Niurka y quiso acercarse al oji-café, sin embargo, éste dió un paso hacía atrás.

— No... Mamá, dime qué no es verdad... Por favor... Por favor, mamá. — rogó entre sollozos

Tragó duro e intentó volver a acercarse, fallando nuevamente.

— Cariño, entra, hablemos de ésto. — dijo con un hilo de voz, tratando de no romperse a llorar en ese momento.

— ¡No! ¡No puede ser cierto! ¡Mí Joaquín no tiene cáncer! ¡No lo acepto! —  gritó antes de ir a toda prisa escaleras abajo, ignorando los gritos de su progenitora pidiéndole que se detenga, pero él no lo hizo.

Salió prácticamente corriendo fuera de la casa hacía su auto y aunque su madre le siguió el paso, no pudo hacer nada cuándo él arrancó y lo sacó a la acera, conduciendo a una velocidad más alta de la que debería.

Necesitaba respuestas, necesitaba verlo. Necesitaba saber que era una puta mentira y que su pequeño bebé estaba bien.













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Cuándo llegó a la residencia Bondoni, lo primero que hizo fué detener el auto de sopetón, bajó corriendo y no se dió el lujo de tocar el timbre, sino que comenzó a golpear cómo un loco la puerta.

— ¡Joaquín! — chilló aún más fuerte sin parar de golpear la puerta de la entrada, la cuál se abrió después de unos segundos y una Elisabeth algo asustada se dejó ver.

Tenía ojeras debajo de sus ojos caídos, se la notaba agotada y sin muchas fuerzas, pero eso mucho no le importó en ese momento, sólo tenía una cosa en mente.

— Emilio, ¿Que-...

— Necesito ver a Joaquín y voy a entrar a verlo. — interrumpió en un tono de orden, antes de pasar por su lado directamente hacía las escaleras, subiendo por las mismas hasta que estuvo frente a la puerta de la habitación del castaño.

Entró sin esperar un segundo y entonces lo vió, estaba acostado, de espaldas a la puerta, en posición fetal. El movimiento lento de su cuerpo le indicaba que Bondoni se encontraba dormido, por lo que aún agitado y con el corazón a punto de salirse de su pecho, se acercó rodeando la cama y yendo hacía el lugar libre a un lado del menor.

Entonces ahogó un jadeo cuándo observó el estado en que Joaquín se encontraba. Estaba rapado, pronunciadas ojeras yacían debajo de sus hermosos ojitos, su rostro estaba más delgado y pálido.

Aún así, era el ser más hermoso ante sus ojos.

Se dejó caer lentamente en el espacio disponible, sin quitar la vista del castaño y recostándose de modo que quedase frente a él.

¿Can I Hold You Again? // Adaptación Emiliaco - 2° Temp. de ¿Puedo Abrazarte?  Where stories live. Discover now