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Los días pasaron y la fecha de la operación ya había llegado.

Después de casi 1 mes de la detención de las quimioterapias, Joaquín al fin estaba estable para poder ser intervenido quirúrgicamente. El día anterior había sido internado para la preparación ya que el horario era a primera hora, así que allí estaban, el quirófano estaba terminando de ser preparado para el uso de los profesionales y ellos tenían esos pocos minutos para poder verlo antes de que se lo llevaran.

Y allí estaba Emilio en la sala de espera, acompañado de sus padres; su primo Diego y Ethan, Elyzabeth y Leidy estaba en camino, ya que necesitaba cerciorarse de la empresa.

Bondoni estaba en la habitación con sus progenitores. No iban a decirlo en voz alta, pero se sentía el miedo y pánico en el aire, los médicos le hablaron el día anterior para volver a explicarle el procedimiento detalladamente, intentando darles tranquilidad, sin embargo, era una situación difícil para todos allí presentes.

Después de que los señores Bondoni salieron del cuarto, pudieron entrar sus amigos, el oji-café les había permitido entrar antes que él porque necesitaba reunir todas las fuerzas posibles y no sufrir una crisis estando junto a Joaquín; el bajo llanto de Elisabeth sólo le ponía más nervioso, pero no podía culparla, su hijo estaba a punto de ser operado.

En cuánto fué su turno, se tomó unos segundos para poder respirar profundamente y luego, tomó la perilla, abriendo la puerta y cerrando la misma detrás suyo.

Joaquín estaba sentado con sus manitos juntas, la típica bata azul que era más grande que su cuerpecito y sus ojos posados en el movimiento de sus dedos girando sobre los contrarios, hasta que levantó la mirada; los brillosos ámbar se encontraron con los humedecidos cafés.

Ninguno dijo una palabra hasta que el oji-café estuvo sentado a su lado. Entonces extendió sus manos para tomar las contrarias y besarle los dorsos, para posteriormente, comenzar a acariciarlos con sus pulgares.

— ¿Estás muy nervioso, vida mía? — cuestionó en un tono bajo.

Hizo una mueca mientras ladeaba la cabeza, sin quitar la vista del rostro de Osorio, quién no había podido mantener mucho más la conexión de sus miradas ó se rompería a llorar.

— Lo estoy. — respondió en el mismo tono. — pero estoy nervioso porque no me dejas ver tus ojos.

Entonces levantó la mirada y tuvo que tragar duro.

— ¿Y ahora sigues nervioso? — intentó que su voz no le temblara.

Negó y sus comisuras se elevaron un poco.

— No, tú me das paz y tranquilidad, bebé. — contestó. — tengo algo para tí. — agregó para luego sacar de debajo de su almohada un sobre blanco y extendiéndolo hacía él.

Se le quedó viendo, no obstante, no pudo moverse de su lugar.

— ¿Qué es?

— Te escribí una carta, por si las cosas salen-...

— No, Joaquín. — interrumpió mientras negaba. — No digas eso, tú saldrás bien y lo que sea que hayas escrito allí, me lo dirás cuándo despiertes después de la operación.

Sus ojos se humedecieron y entrelazó su mano con la temblorosa del oji-café.

— Quiero que la leas, terminé de escribirla anoche para tí. — contó. — Todo puede salir bien, ó no. Es por ello que hice ésta carta, porque... Porque si las cosas salen mal, no quiero dejarte sólo y que intentes hacer ésto de nuevo. — dijo para después girar ambas manos del mayor y tocando las cicatrices en sus muñecas.

¿Can I Hold You Again? // Adaptación Emiliaco - 2° Temp. de ¿Puedo Abrazarte?  Where stories live. Discover now