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Minerva habló, luego fue el turno de Gwen. Los gemelos también tomaron la palabra, pero lo hicieron arrodillados en el suelo y con la cabeza gacha. Nadie les había ordenado adoptar esa postura, pero luego de que las doncellas expusieran todos sus crímenes consideraron que era lo más apropiado.

—Lo sentimos mucho, mi señora.

De esta manera, Elise se enteró de la estancia de Lady Lucinda en Bleiston House, la trampa de las primas Mitchells y la partida apresurada de las tres mujeres.

Si hubiese llegado tan solo dos semanas antes de lo previsto las hubiese encontrado.

¡Maldición!

—Aceptaremos cualquier castigo que se nos imponga, mi señora.—alegó Raphael.

—Sí señora.—lo apoyaron todos.

—¿Cómo podría castigarlos si todo lo que han hecho a excepción del grave desliz de los gemelos...—los censuró con la mirada—...ha sido por lealtad a su señor? Mi juicio sería injusto si los castigo.

—Pero mi señora...

—Solo tengo una pregunta...¿Por qué la echaron antes de que yo vuelva? Saben muy bien que me gusta lidiar con estos asuntos personalmente.

—Sí señora, lo sabemos.—habló Portia.—Pero considerando los otros desacuerdos que mantenía con mi señor, una noticia así solo terminaría por afectar más su relación.

—Lo hicimos para protegerla de las habladurías del Consejo, le ruego nos perdone.—añadió Raphael.

—No tienen de qué preocuparse, mi relación con Damien es sólida como una roca, juntos reconstruimos este lugar desde sus cimientos y ese insensato se atrevió a enlistarse a la guerra por nuestra causa...¿que mayor muestra de lealtad que esa?

—Aún así conoce muy bien a los Consejeros...—Portia apretó los dientes con rabia—Su misión en los últimos años no ha sido otra que sembrar dudas en sus mentes y maquinar conspiraciones para separarlos. No podemos permitirlo.

—No podemos permitirlo.—repitieron todos al unísono.

La mujer se llevó una mano a la sien. Las preocupaciones de su servicio no eran para nada infundadas. Existían precedentes de esa clase de conducta en las altas esferas de la sociedad de los Sombras.

—Si no tienen nada más que añadir pueden retirarse.

—Con su permiso.

Todos se levantaron y abandaron el salón, excepto Portia, que se quedó a su lado como era su costumbre.

—¿Tienes algo más qué decir?

—En realidad me gustaría saber su opinión sobre los castigos impartidos.

—Fueron justos—afirmó—La idea de esparcir el rumor de que los gemelos tienen sífilis estuvo bien, pero no deja de ser una solución superficial para un problema de fondo.

—¿Qué piensa hacer entonces, mi señora?

—Creo que es un buen momento para que empiece a buscarles esposa. Hablame de esa muchacha, la que Francis rescató de los bandidos...

—Ah Julliete.—Portia sonrió.—Es una joven dulce, pero algo despistada y con unas pésimas habilidades en la cocina.

—Entonces no me sirve. Necesito una mujer con carácter para lidiar con los gemelos, si es demasiado sumisa no resistirá.

—No resistirá al menos que usted le enseñé.

—¿Qué estás insinuando?—la dama arqueó una ceja.

Prohibido AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora