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Elise cabalgó lejos de Rivintong House hacia East End. Quería alejarse lo más posible de la zona noble de Londres por temor a que David decidiera ir tras ella.

—Mi señora...—Connor iba a su lado—¿Este es el adiós para el chico?

La mujer asintió.

—En su familia tiene más posibilidades de crecer.

—Extrañaré al polluelo.—admitió con algo de pena—Era divertido tenerlo cerca.

—¿Ah sí?—conectó sus miradas—Ustedes fueron muy duros con él cuando recién llegó. Recuerdo que lo levantaban a las 5 de la mañana para ir a entrenar y si se rehusaba lo bañaban con agua helada.

—Diría que es nuestra carta de presentación, pero la verdad es que solo queríamos deshacernos de él.—fue sincero—No sentíamos que David encajara en Bleiston House.

—¿Y qué les hizo cambiar de opinión?—atravesaron un camino de tierra que conducía al mercado.

—Su determinación y su infinita lealtad hacia usted.—el caballero sonrió—Las primeras dos semanas fueron tal y como las describe, pero a la tercera era él quien se levantaba temprano y pasaba todo el día entrenando en la zona norte. Lo vimos sudar, sufrir y maldecir, pero nunca se rindió.Y con el tiempo se ganó el favor del ala femenina y también nuestro respeto.

—¿Su respeto?

—No me importaría poner mis habilidad a su servicio.

—En ese caso debería cuidarme de David, puede usurpar mi lugar apenas me descuide.

Ambos rieron.

—Hemos llegado, mi señora.

Connor la ayudó a descender del caballo y juntos recorrieron las bulliciosas calles de East End. El frenesí de los vendedores y de los negocios era similar al que se veía a diario en esa zona de la ciudad, aunque...

—¡Una moneda por favor!—exclamó una muchacha. La joven estaba sentada con la espalda apoyada contra una de las fachadas de las residencias aledañas.

—Cualquier ayuda es buena.—los indigentes extendían sus manos a su paso. Sus miradas parecían ser un grito de auxilio.

—¿Es mi impresión o hay más mujeres y niños mendigando?—Elise frunció el ceño.

—Está en lo correcto, mi señora. Según uno de nuestros informantes ha habido un aumento de mujeres y niños en las calles. Muchos no tienen para comer y sobreviven por la caridad o se prostituyen.

—¿Por qué no me lo habían dicho antes?

—Estaba ocupada con lo de Nastasia, no queríamos molestarl...—El grito agudo de un niño cortó su réplica.

El jovencito fue descubierto robando de un puesto de frutas cercano y sus dueños lo atraparon.

—¡Está vez me las pagarás!—gruñía el dueño arrastrándolo por el brazo.—Te enseñaré buenos modales.—Le hizo una señal a uno de sus ayudantes para que tomara un atizador caliente y se lo colocará en la piel del niño. Esa lección iba a ser aprendida con fuego.

—¡Suélteme!—se removía el pequeño dejando a la vista otra herida similar, pero más antigua. Al verla los pies de Connor simplemente se movieron y de un solo empujón le arrebató al niño a su captor.

—Pagaré lo que sea que se llevó, pero nadie le pondrá un dedo encima.—les advirtió con una voz mortalmente grave. Antes de ser un Sombra, Connor había sido un ladrón. Sabía lo que era robar por necesidad y también por avaricia.

Prohibido AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora