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—Elise Volsano—oir su nombre de sus labios se sintió como un deja vu.—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos.

—Ciertamente—sonrió con fingido entusiasmo—¿Cómo estuvo su exilio?

—Fue divertido.

Ambos sabían que mentía.

—¿Y qué lo motivó a volver?

—El fallecimiento de mi hermano.

—Lamento la muerte de Lord Gregory.—masculló por compromiso.

—Gracias por sus condolencias señorita Volsano—le extendió una copa de vino que había tomado de la bandeja de uno de los sirvientes. La duquesa de York se caracterizaba por sus pomposas bienvenidas repletas de vino y aperitivos.—Deberíamos vernos una de estas noches—le susurró en el oído—Tengo un regalo para tí.

—¿Un regalo?—masculló a media voz.  Estaban demasiado cerca.

—Sé que te gustará.—abandonó las formalidades.—Te estaré esperando.

Luego se apartó y siguió con su camino.

Elise lo vió perderse entre la multitud y aspiró con fuerza. Necesitaba un poco de aire.

—¿Estás bien?—la voz de Bastián captó su atención. El caballero se había tomado su tiempo para alistarse en su habitación.

—Sí.

—Pues no lo pareces.

—Estoy bien—bebió de un solo golpe todo el contenido de su copa.—Acompañame al jardín.

Los carruaje seguían llegando uno tras otro y varios nobles descendían de ellos.

—Allí van nuestras presas—bromeó el vizconde.

—Este es el listado—le entregó su libreta—Como acordamos Lord Rutland se encargará de los casados y tú me ayudarás con los solteros para cubrir más terreno.

—Está bien, solo que...—Rosemont se distrajo mirando a Lady Susan y a su esposo descender del carruaje.

—Concéntrate.—lo regañó Elise siguiendo su mirada—No tolerare ningún error.

—Yo no cometo errores.

—Eso espero.—la mujer se giró para irse. Sentía que debía volver a su habitación lo antes posible. No quería reencontrarse con Edward y enfrentar su pasado.

Un pasado que prefería no recordar.

¡Mi señora! ¡Mi señora!—su consejera venía corriendo hacia ella.

—¿Qué sucede Portia? ¿Pasó algo malo?

La mujer asintió.

—El señor Morgan votará en contra de nombrar a Damien jefe de la organización.

—¿Cómo? él estaba de nuestro lado.—frunció el ceño.

Pues ahora ya no.

—Maldito traidor.—apretó los dientes con fuerza.

—Si Sebastián, Benjamín y Terrence votan a su favor y Leonel, Jacob y Edward votan en contra entonces tendremos un empate y Jacob Williams seguirá al mando.

—Esto no es justo. Damien se ha esforzado mucho por reconstruir esta organización. Nadie más que él lo merece—gruñó—¿Qué demonios lo hizo cambiar de opinión?

—Dicen los rumores que Williams se presentó en su casa con una fuerte suma de dinero.

—Lo compraron.—dedujo.

Prohibido AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora