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Lily miró la posada con detenimiento. Era el mejor lugar para pasar la noche de todo el puerto y tenía un precio acorde a esas exigencias. Nada que ellos pudieran pagar fácilmente.

—¿Estás seguro que deseas comer aquí? Podemos buscar un sitio más...

—No te preocupes.

—Aún así...—la joven miró su sencillo atuendo y los pantalones desgastados de su acompañante. Si entraban con esas prendas serían el hazme reír del resto de comensales.

—Vamos—David le extendió su brazo y ella lo tomó agachando la mirada. Sentía demasiada pena—Buenas tardes—oyó que él saludaba al sirviente en la entrada.

—Buenas tardes—le respondió el hombre con recelo—Lo siento, pero no aceptamos ning...

—La reservación está a nombre de William Thompson—le dijo él y el sirviente tragó con fuerza al reconocer ese apellido. Su jefe le había advertido expresamente de todos los requerimientos de esa pareja y de cómo debía tratarlos.

—Por aquí...—señaló un pasillo y los fue guiando hasta una habitación amplia y con una estupenda vista del mar.

—¿Este lugar es solo para nosotros?—preguntó la joven asombrada por la majestuosa estancia. Tenía una mesa espaciosa, una chimenea y un librero en una esquina.

—Sí señorita.

Uno de los sirvientes prendió la chimenea y otro se apresuró a servirle sus mejores platillos. Era un banquete repleto de productos del mar: pescado, camarones, cangrejo y una gran langosta en el centro de la mesa. Había tanta comida que la joven no sabía por dónde empezar.

—Adelante—el sirviente les apartó la silla para que pudieran sentarse.

—¿Estás seguro que deberíamos estar en un lugar así?—insistió Lily una vez más.

David asintió.

—Tengo un primo lejano que tiene un negocio muy rentable y me obsequió una comida aquí. Dijo que trajera compañía y pensé en ti.

—Oh...—la joven sonrió.—En ese caso no deberíamos desaprovecharlo.

David asintió tomando una porción del pescado y se lo llevó a la boca mientras con una discreta señal les pedía a los sirvientes abandonar la habitación.

—¡Está delicioso!—masculló Lily al cabo de un rato. Se notaba a simple vista que lo estaba disfrutando, pero oírlo de su boca era un buen aliciente para él.

—Me alegro que te guste, este lugar es reconocido precisamente por su comida.

—Y con razón...—Ambos sonrieron.—¿De qué deseabas hablarme?

—¿Qué sabes de Joseph Wright? Cuando lo mencionaste en el bar parecía no agradarte particularmente.

La mujer asintió.

—Conozco al señor Wright desde que era una niña. Él solía venir con su padre al puerto y era bueno para las ventas. Pero no con las personas.

—¿A qué te refieres?—David bebió un sorbo de su copa de vino. Le hablaba de manera informal porque ella se lo había pedido.

—Se irrita con facilidad y actúa de manera violenta con sus trabajadores y sus...esclavos.

—¿Tiene esclavos?

—Sí, dos. Un hombre y una mujer.

—Pero ¿cómo?

Hace algunos años que la esclavitud fue abolida en Gran Bretaña.

Prohibido AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora