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Cambridge House
Londres

—Bienvenida—la saludó el mayordomo y la invitó a pasar al interior de la residencia—Su excelencia la está esperando en el salón gris.

—Gracias.

Al ingresar se encontró con un salón decorado con muebles en tonos grises y blancos y una chimenea en el centro. Demasiado sombrío para su gusto.

—Señorita Elise—el duque se puso de pie al verla y la saludó besando su mano como era la costumbre.

—Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos—la mujer se sentó en un diván frente a él.—¿A qué debo el honor de su invitación?

El caballero depositó dos sobres en la mesa central. Ambas contenían el sello de los duques de York.

—Son para usted.

—¿Dos? Creí que el trato era una.

—La otra es para Lord Rosemont.

—Eso es muy generoso de su parte...—tomó ambas invitaciones y las guardó—¿Qué desea que haga?

—Quiero que interceda por mí.—le dijo—He intentado por todos los medios llegar hasta su madre, pero ella siempre consigue evitarme.

—Lo imaginó.

—Hice lo que me pidió, la protegí y estuve con ella cuando Frederick murió. Y aún así...

—Nunca dije que fuera un método infalible—masculló la dama—Agradezco que haya protegido a mi madre en mi ausencia, pero eso no compensa sus errores del pasado.

—Lo sé, es solo que...

—¿Qué?

—Deseo invitarla a un viaje conmigo.—confesó—Margareth adoraba viajar cuando éramos jóvenes y...

—Y no aceptará—le advirtió para que abandonará esa idea.

—Pero ¿por qué?

—Porque sería demasiado para ella. Si ni siquiera acepta recibirlo unas horas en su despacho...¿qué le hace pensar que estará dispuesta a pasar días enteros a su lado?

—Bueno...

La puerta se abrió de golpe y su hijo ingresó con prisa.

—¿Benedicth? Veo que ya estás devuelta.—el duque no parecía estar con ánimos de discutir, así que hizo caso omiso a su intrusión.

—Así es.—el caballero miró de reojo a la mujer.—Y veo que tienes compañía.

—Te presentó a la señorita Elise Volsano.

La dama se puso de pie y se giró para verlo.

—Un gusto conocerlo milord.—le extendió su mano enguantada para que la besará. Él lo hizo aunque sin despegar su atención de su rostro.

—El placer es mío señorita...¿usted debe ser la hija de madame Margareth?

—Sí.—esbozó una pequeña sonrisa.—¿Acaso conoce a mi madre?

—No mucho a decir verdad...¿Esta es la primera vez que nos vemos?—decidió indagar un poco. Benedicth sentía que el rostro de la joven le era familiar, aunque no sabía de dónde.

—Así es milord.—mintió.

—En todo caso sé que sonará impertinente, pero me gustaría saber qué conversaban en mi ausencia.

—Nada importante, Benedicth.—replicó su padre mirándolo con advertencia primero a él y luego a la dama.

—Al parecer su excelencia planea hacer un viaje de algunos días y me citó aquí para que convenciera a mi madre de que lo acompañará.—puso en evidencia al duque sin reparo alguno.

Prohibido AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora