𝟑𝟎. 𝐀𝐍𝐆𝐔𝐒𝐓𝐈𝐀

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Capítulo 30

ISLAS DE MARES TURBIOS (PALACIO ESCANDINEVA)

En el interior del palacio, los gritos desgarradores de una joven dama luchando por dar a luz invadían el lugar; ella parecía sufrir intensamente mientras sus manos apretaban con fuerza las sábanas blancas de su lecho.

El presuroso paso del príncipe rubio Dalton Worwick se acercaba a la habitación, a pesar de ser retenido para que no presenciara lo que ocurría. Sin embargo, él hacía caso omiso, deseando ver a su esposa y a su primogénito.

Después de horas de lucha, la mujer finalmente logró dar a luz. Un fuerte grito salió de sus entrañas y las parteras se maravillaron al recibir al pequeño bebé en sus brazos. Pero inmediatamente, la alegría se convirtió en preocupación al darse cuenta de que el bebé no emitía el llanto habitual que suele dar alegría al ser escuchado.

La joven, de cabello castaño y mirada angelical, estaba pálida. Su respiración era agitada y parecía sin fuerzas, pero aún así pronunció con pesar: "mi bebé" cuando el recién nacido fue colocado a su lado. Al observar al bebé con amor, se dibujó una leve sonrisa en su rostro, pero al mirarlo detenidamente se dio cuenta de que el pequeño no se movía y su piel poseía una tonalidad morada. Una lágrima salió de los ojos de la joven que parecía agitada como si le costara respirar mientras escuchaba a una de las parteras susurrar "Está sangrando demasiado".

La mirada de la mujer se clavó en la puerta de la habitación mientras agarraba la pequeña manita de su bebé. Su mirada fija cada vez se volvía más sombría. La puerta se abrió y Dalton vio confundido el escenario de las parteras tratando de controlar el sangrado. Él se acercó rápidamente a su esposa, sumido en desesperación, y vio a su recién nacido muerto a su lado. Los ojos de la joven aún le miraban mientras las parteras observaban con tristeza y lágrimas lo que estaba sucediendo. Dalton agarró a su esposa en brazos y llorando con evidente agobio le gritaba que no dejara de mirarlo. Pero poco a poco, las pupilas de la joven se fueron dilatando y el brillo en sus ojos se esfumó. Entonces, un grito estremecedor se produjo por parte del príncipe, aferrándose al cuerpo sin vida de su esposa y de su hijo.

—Dalton, abre los ojos, mi amor, ¡Dalton!

El príncipe despertó de golpe, notándose asustado y con la respiración agitada.

—¿Hijo, estás bien? —Se acercó Merrie a su hijo, quien trataba de asimilar lo que acababa de ocurrir.

—Sí, madre, solo fue.. —Dalton hiperventilaba con sus ojos empañados a causa de la pesadilla que había acabado de tener—. Solo fue una pesadilla.

—¿Otra vez la misma pesadilla?

La mirada triste en los ojos grises del rubio le revelaron a Merrie que otra vez había soñado con el día en que su esposa murió intentando dar a luz a su hijo.

Con preocupación, Merrie se acercó a su hijo y lo abrazó mientras él yacía sentado en el escritorio de la biblioteca, que al igual que su padre, era donde él más pasaba el tiempo.

—Lo siento mucho, mi amor —dijo Merrie tratando de darle tranquilidad a su hijo.

—Ese recuerdo me sigue atormentando porque fue mi culpa, madre.

—No, mi niño, ¿cómo dices eso? Nada de lo que sucedió ese día fue tu culpa.

—Yo no llegué a tiempo, madre. —Dalton derramó un par de lágrimas—. Si yo hubiera llegado a tiempo, quizás ellos estarían vivos ahora.

—No, mi amor, mírame. —Ella buscó  la mirada triste de su hijo—. Aunque tú hubieras llegado a tiempo o no, eso no garantizaba que ellos iban a sobrevivir, no estaba en tus manos.

𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎: 𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 & 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄Where stories live. Discover now