12

213 34 0
                                    

— ¿Entonces vienes a despedirte? — preguntó Hannibal ofreciéndome una taza de té.

Habían pasado dos meses desde el encarcelamiento de Elio. Yo estaba ¿Bien?, habían sido días duros pero finalmente había encontrado la armonía entre extrañar, sentirme culpable y entender que yo no era capaz de revertir la situación.

Mis papás me habían conseguido una beca para terminar lo que quedaban de mis estudios en Alemania. Podría quedarme allí el tiempo que quisiera, que necesitara.

—¿Cuánto tiempo te irás?

— Aún no lo sé, hasta que sienta que sea el momento de regresar a Baltimore. Semanas, meses, años.

El asintió y me brindó una media sonrisa, sabía que el me apoyaba en esto. Todos los hacían, de todos modos, me parecía extremadamente difícil abandonar lo que fue mi hogar por veinticuatro años por tanto tiempo.

— Déjame decirte algo que no te gustará — se acercó y tomó mi mano — no importa cuántos kilómetros te alejes de aquí, lo que te pasó siempre va a estar presente. No vayas a Alemania con la ilusión de olvidar esto, un mejor consejo es ir y conseguir experiencias nuevas y buenas que alivien tu dolor.

Asentí, lo sabía perfectamente, alejarme de Baltimore no haría que olvide a Hazel, ni a Elio.

— Al parecer todos somos fuertes hasta que algo que incluye a nuestros vínculos más cercanos nos afecta.

Chasqueó la lengua y quitó la taza de mis manos para mirarme fijamente y acariciar mi rostro con sus manos.

—¿Conoces la frase "Dulce bellum inexpertis"?

Negué.

— La guerra es dulce para los inexpertos, proviene de un adagio atribuido a Erasmo, un filósofo neerlandés. Todo lo que te sucedió a ti eran cosas que jamás creíste que te iban a suceder, y ahora tienes que lidiar no solamente con la perdida de una amiga sino también con la perdida, aunque en un sentido más metafórico, de un amor.

— Alguien que te ama jamás te lastima — contesté con recelo ante la última frase.

— Algunas veces, las personas que dicen amarte son las que te causan más dolor al final del día.
Pero tú eres tan joven y tienes toda una vida por delante, porque si tú no piensas en ti misma, ¿Quien lo haría?

— Tienes razón — sonreí de lado — bueno, siempre la tienes.

— Te voy a echar de menos, Hannibal. En serio lo voy a hacer.

— No lo tomes como una despedida de verdad — me guiñó el ojo — los dos sabemos que vas a regresar.

Y algo me decía que si, que no aguantaría y regresaría pronto.

— Yo también te voy a extrañar, Astrid. Te voy a extrañar mucho.

Sonreí y me mordí el labio —¿Y que harás ahora?

— Es una pregunta difícil de responder — contestó pensando — tendré que buscar a algún paciente que cubra el inmenso vacío que vas a dejar por aquí. Tengo algunos nuevos pacientes, en realidad, siempre es bueno recibir personas nuevas en nuestras vidas, ¿No lo crees?

Sonreí — En verdad, si. Pero espero que ningún paciente que tenga reemplace lo que yo signifique en estos caóticos meses para ti.

— Nunca.

Incline mi cabeza sintiendo su mirada pesada sobre mi, me tomó de la barbilla y acercó su rostro hacia el mío. Nuestros labios chocaron rápidamente, el sabor de sus labios ya se sentía familiar para mi boca.

— Es una pena que ahora que puedo hacer esto sin culpa porque ya no eres mi paciente, te vas — bromeó entre mis labios.

— Al parecer nunca tuvimos mucha suerte, ¿No crees?

Negó — Definitivamente no.

— ¿Crees que podrías esperarme?

— Creo que si podría hacerlo.

Esta vez no nos besamos, pero nos abrazamos y se sintió muy personal. Pasó su mano suavemente por mi cabello y depositó su cabeza en mi hombro.

— Sé lo que estás haciendo, y no va a servir — susurré después de unos momentos.

—¿Y qué es lo que exactamente estoy haciendo?

— Intentando chantajearme para que no me vaya, y créeme, no va a funcionar.

Ambos nos reímos y compartimos un rato más juntos. Tenía miedo, todo lo que vendría sería nuevo para mí, pero estaba segura que algo me haría regresar a este lugar.

Doctora Bloom || Hannibal.Onde histórias criam vida. Descubra agora