44

136 29 1
                                    

Bedelia Du Maurier tenía una rutina semanal de lo más monótona, y su única salida era una vez por semana a comprar un vino. El mismo vino siempre. Luego de unas semanas entendí que lo mejor era emboscarla en ese lugar.

Haberla encontrado significaba un triunfo, no se había preocupado en cambiar su imagen, pero por lo poco que había investigado, usaba otro nombre y estaba casada. ¿Casada? Estaba segura que su supuesto "esposo" era Hannibal, quien seguramente también llevaba otra identidad en esta buena vida.

Me coloqué mis gafas de sol al momento que la vi entrar a la tienda, tardaba entre diez y quince minutos, miré el reloj, 12:15. Cubrí mi cuerpo con mi tapado y sonreí cordialmente a algunas personas que pasaban por mi lado,para no levantar sospechas.

Finalmente la ví salir y sigilosamente comencé a seguirla, mi plan era fácil pero arriesgado. Caminé cuatro calles hasta que se detuvo frente a una especie de casa, tomó la llave, entró y me apresuré para alcanzarla, antes de que pueda cerrar la puerta entré detrás de ella y le tapé la boca. El vino cayó y realizó un estruendo, el líquido se esparció por el suelo.

— Hola, Bedelia — murmuré irónicamente.

A pesar de que mi mano estaba tapando su boca, una sensación de alivio apareció en sus ojos cuando vio de quien se trataba. Lentamente la liberé.

— Astrid, pensé que había formas más delicadas de reencontrarte con una vieja conocida.

Su tono estaba cargado de sarcasmo, mientras veía con desdén el liquido que cubría el suelo.

— Supongo que estás viviendo tu sueño adolescente aquí en Europa junto al hombre que deseas — hablé sin apartarme de ella — ¿Debo felicitarte por tu "compromiso"?

—¿Estás celosa? ¿Te gustaría estar en mi lugar?

Algo en su tono hacia que la desprecie más, no, no estaba celosa en lo absoluto. Ella buscaba que lo esté.

—¿Quién habló de celos? ¿Acaso estamos en una competencia? Sabes que las cosas son un poco más complicadas.

Sonrió — Conozco a Hannibal, y por lo tanto, conozco a las personas que están involucradas con él. Las intoxica, las convierte en una parte de su vida. Sé quién eres Astrid, y sé cómo me miraste la vez que nos conocimos.

La arrinconé contra la pared más cercana.

— No juegues conmigo, estás en desventaja — advertí con los dientes apretados.

— Es eso, descubriste fácilmente que yo estaría con él. Y lo odias porque sabes quién deberías estar en mi posición. Tú — contestó con voz melosa.

Era más que obvio que iba a sacar la carta de los celos.

— Will me lo contó todo — dije mirándola directamente a los ojos — que cuando él estaba en prisión tu lo visitaste, rompiendo cualquier vínculo con Hannibal, admitiste que le creías. Dijiste que no eras amiga de Hannibal y que era peligroso. Entonces, dime, ¿Que haces aquí?

— Lo mismo que estás haciendo tu.

— No tienes ni idea que hago aquí. Puedes conocer a Will, a Hannibal o a quien sea, pero no me conoces. Deja de fingir que si lo haces.

Volvio a sonreír —Yo estuve con él detrás del velo, tú siempre estuviste del otro lado. No soy la otra mujer aquí, tú lo eres.

Ese fue mi límite, no sé que me molestaba exactamente, quizá el hecho de que esté jugando conmigo o solo me sentía harta de todo, pero mi mano subió a su cuello para dejarla sin aire. No pareció inmutarse, ni rogar, sus ojos azules estaban pendiente a cada cosa de lo yo que hacía. No tenía miedo.

—¿Vas a matarme? — preguntó quedándose sin aire, con un tono divertido — recuerda lo que te dije, las intoxica, las vuelve parte de él. — repitió lo que antes había dicho sobre Hannibal.

La solté con odio, cayó al suelo intentando recuperar el aliento. Su perfecto vestido blanco ahora estaba tiñiendose del morado del vino que estaba en el suelo. No iba a matarla, no era capaz de hacerlo y lo sabía. Me agaché a su altura.

— No necesito matarte, tan solo con verte rebajada frente a mi me basta y me sobra.

— Bedelia.

Esa voz fuerte y gruesa que yo tanto conocía retumbó detrás nuestro, me gire para verlo. Llevaba un traje elegante y miraba con una mezcla de ¿Desprecio y pena? A la mujer rubia en el suelo.  Aun no me había dirigido la palabra.

— Bedelia — repitió — vete al cuarto.

Ella se levantó del suelo, y se alejó de forma sumisa. Finalmente sentí la mirada pesada de Hannibal sobre mi, y como dió unos pasos hacia adelante para estar más cerca.

—¿Recibiste mis cartas?

— En parte — contesté en un leve murmuro.

— Espero que Italia esté siendo de tu agrado, siempre me gustó esta ciudad para tí. Para nosotros.

— Y también te gustó para Bedelia, y para Will — remarqué ambos nombres.

Apoyó su mano en mi mejilla con algo de dolor, hizo que lo mire a los ojos. Dolía, después de tanto rencor de meses, odio, y tan solo imaginarme como sería que nos reencontremos, esto no se parecía en nada.

—¿Por qué no viniste conmigo? — murmuró cerca de mis labios.

Tenía que apartarlo. Hannibal no era el hombre del que yo estaba enamorada. Ya no. Cerré los ojos con fuerza.

— Si me iba contigo traicionaba a mi hermana, y ella es la persona más querida para mí.

Tomó mi mano y la besó con suavidad, acariciándola, y apoyando su mejilla en ella.

— ¿Por qué no me lastimaste? — pregunté llamando su atención — esa noche... ¿Por qué no me mataste?

— Si te lastimaba, me traicionaba a mi mismo.

Suspiré rendida, dejándome llevar por sus caricias y por algo que extrañaba de forma culposa.

— Te van a buscar después de esto — advertí, sabía lo que significaba haberlo encontrado.  Jack iba a buscarlo, o mejor dicho, ya lo había encontrado.

— Lo sé — asintió.

Acercó su boca a la mía y me besó, tomándome por la cintura. Estaba pecando, pero sin duda era el pecado más dulce.

Doctora Bloom || Hannibal.Where stories live. Discover now