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Alana y yo habíamos sido invitadas a una cena en casa de Hannibal, él cocinaría para nosotras. Era la primera vez desde que volví de Europa que estaríamos los tres juntos en una misma habitación.

— Civet de jabalí acompañado con papas marinadas y un suave colchón de verdes — habló mientras servía en nuestros platos, sonreí al ver la delicadeza con lo que lo hacía, y el orgullo que detonaban sus ojos, satisfecho con su menú.

— Siempre buscas superarte, ¿No es así? — halagó mi hermana.

— La técnica culinaria es algo que debe perfeccionarse día a día, por favor, prueben y díganme lo que piensan. Nada mejor para un chef que halaguen sus platos.

Ambas obedecimos, el civet era como una especie de estofado, la carne era tierna y la salsa dejaba un sabor increíble en nuestros labios. Si, definitivamente era una de las cosas más deliciosas que yo había probado.

— Exquisito.

— Está muy delicioso.

Sonrió con suficiencia y se sentó en la cabecera para también comenzar a disfrutar de la cena. Empezamos a hablar de temas triviales hasta que finalmente salió el tema del FBI.

— No sé si estaban al tanto, pero Jack Crawford quiere que cubra el puesto de Will como consultor del FBI. Y acepté, para hacerle un favor a un viejo amigo — murmuró llevando a sus labios la copa de vino.

Alana asintió — Están trabajando con el hombre que tiene expuestos una cantidad inmesurable de cuerpos en su galería.

— Que exquisito tema para estar comiendo carne.

Pero dentro de mi estaba pensando, Hannibal estaba cubriendo um puesto que era de Will, por lo tanto, no tendría que enojarse si yo le digo que ahora iba a ser yo la que me encargue de la terapia de Will.
Alana me miró fijamente, casi leyendo mis pensamientos.

— Eso está bien, muy bien — contestó — Astrid, ¿No tienes algo para decirnos también?

Me sentí expuesta, los ojos de Hannibal estaban sobre mi. Él no lo sabía aún. Suspiré y limpie los bordes de mis labios con la suave servilleta de tela.

— Nada, solo que quizás conseguí un trabajo como psiquiatra, pero aún no está nada asegurado — contesté ruborizandome y golpeando a Alana por lo bajo. No era el momento.

— Eso está muy bien — contestó Hannibal sorprendido — es importante que empieces a formar tu vida profesional como psiquiatra, estoy orgulloso de tí.

Cerré los ojos con fuerza, era una cobarde.

— Si — solté decepcionada de mí misma — y todo gracias a ustedes dos.

Sonreí, los tres chocamos nuestras copas y terminamos una velada magnífica, aunque por silencios incómodos de mi parte luego de la última situación.

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Horas después Alana se fue y Hannibal me pidió que me quede a dormir.

¿A dormir?

— Claro — contestó acariciando mi mejilla.

—¿Solo a dormir? — pregunté con duda.

— Astrid, solo a dormir.

Cómo tenía un vestido corto y bastante incómodo, Hannibal me prestó una de sus camisas. Estaba dentro del baño mientras me miraba en el espejo, la camisa olía a él.
Salí lentamente y él me sonrió, sentado en la cama.

— Esa camisa ya no tiene ningún tipo de entidad en mi, te queda perfecta.

—¿En serio lo crees?

Ante mi pregunta, él hizo lugar en su cama y yo me acosté a su lado, me tomó entré sus brazos y me apoye entre su pecho.

— Por supuesto que sí.

Dejó suaves besos en mi cuello, capaces de hacerme perder el control. Pero sabía la clase de hombre que era Hannibal, y no iba a forzar a nada si yo no lo quería.

— Estoy feliz de que hayas vuelto a mi vida, ¿Ya te lo había dicho?

Reí — Me lo dijiste muchas veces.

— Oh, que pena, tendrás que escucharlo muchas veces más, porque ciertamente no voy a cansar de decírtelo — rodeó mi cintura y acarició los pliegues de mi vientre con sus grandes manos.

Compartimos una intensa sesión de besos, pero que no llegó a ningún otro lado. Y así estaba bien, por ahora.
Hannibal apagó la lámpara y se acostó estrechandome entre sus brazos, creo que era mi nuevo lugar seguro.

— Astrid...

—¿Hmm?

—¿Nunca me mentirias, verdad?

Me quedé en blanco por varios segundo, probablemente esto se deba a la actitud rara de Alana. Suspiré buscando la respuesta correcta.

— No — sonreí nerviosa, pero él no podía verlo porque estábamos a oscuras.

Hubo unos instantes de silencio, yo rogaba porque Hannibal diga algo más. Ni siquiera era necesario que me conteste, solo algo. Y finalmente sucedió.

— Buenas noches, Astrid.

Nada más. Me mantuve en sus brazos hasta que lentamente me fui quedando dormida, pero por su última respiración, tenía la leve sospecha de que él seguía despierto.

Doctora Bloom || Hannibal.Where stories live. Discover now