19.

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Lian

La mesa estaba lista. También la sala y la cocina. También mi habitación. Todo estaba perfecto, pero todavía seguía estando sin estar conforme. Quería solo cosas perfectas para recibir a Ana, y al parecer todo lo estaba; sin embargo, algo que no podía recordar faltaba.

Odiaba estar nervioso.

—Dime qué falta —pedí en voz alta.

—Los libros —me respondió Cody—. Los libros de cálculo.

—Maldita sea —murmuré, cayendo en la cuenta de que era cierto.

—Recuerde que tiene que esperar para procrear -me advirtió.

—Lo sé —contesté mientras caminaba hacia la sala para buscar mi portafolio—. Pero...

—Entre menos riesgos, mejor. Los preservativos...

—No te pedí que me aconsejes sobre qué hacer o no —dije molesto—. Sé muy bien lo que hago. ¿Podrías ya irte y apagar el micrófono? Pronto llegará y no quiero que intervengas.

—De acuerdo.

—Hablamos después.

—Hasta luego, su majestad. Espero que tenga una buena experiencia.

***

Ana

La clase del profesor Nightingale fue la más incómoda del mundo. Él no paraba de dedicarme miradas, y cada vez que pasaba por mi fila se encargaba de rozar con mi hombro. Aquel gesto era sutil, pero lo percibía con una carga ridícula de sensualidad.

En todo momento disimulé que aquello no estaba pasando y traté de solamente pensar en Julián, que no había regresado a las siguientes clases. Tal vez debía ir a ver cómo estaba.

Pero cuando terminó la clase del profesor Nightingale, él regresó. No parecía del todo mejor, pero al menos tenía más color en el rostro.

—¿Te ha sucedido algo? —le preguntó el profesor con amabilidad.

—Una descarga eléctrica —dijo sonriendo—. Pero la enfermera dice que estoy bien.

—Oh, ten cuidado —le aconsejó Lian—. No te vuelvas a acercar a ese lugar. No queremos que pase algo peor.

Lian le dio tres palmaditas amistosas a Julián, quien no quería ni tener contacto visual conmigo.

Aquellas palabras del profesor me hicieron pasar saliva y sentirme más asustada. Miré mi pulsera y de pronto sentí ansiedad por volver a quitármela. ¿Y si esta era la culpable de todo?

—Ana, tranquila, debe ser solo cosa de Julián. Tú no tenías nada -me dijo Mirella.

—Sí, pero...

—Tranquila.




Traté de seguir el consejo de Mirella y mantenerme tranquila, pero las demás clases pasaron y mi inquietud no se iba.

Por suerte ninguno de mis profesores pudo notarlo, pues me mantuve atenta a las clases y participé. Yo no me había convertido en una alumna destacada, pero al menos ya me consideraban para poder obtener puntos extras. La parte mala de todo aquello era que no podía ponerme a garabatear más, cosa que antes me servía para relajarme.

Después de todo, sí que iba a extrañar mi anonimato.

Al finalizar las clases, todavía me debatía entre si escapar o definitivamente acudir a la casa del profesor para tomar la tutoría. Me daba mucho miedo que aquello de los besos se repitiera y que acabara en otra cosa, sin embargo, cada vez que pensaba en eso sentía una presión rara en el vientre y mucho calor.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora