20.

15.8K 1.6K 197
                                    

Ana

Por suerte, Lian comprendió cuando le dije que tenía que pensar acerca de ir más lejos. Dentro de mi mente él montaba en cólera y me aplicaba diversas técnicas de manipulación para que cayera o para que mínimamente me sintiera mal; sin embargo, no ocurrió. Él solo sonrió y se levantó para abrazarme y decirme que nos tomaríamos todo con calma.

En el fondo sabía que también esta podía ser su manera de manipular mis emociones y ganarse mi confianza, pero sin duda lo prefería a las opciones que habían ocurrido dentro de mi cabeza.

—Ven, Ana, comamos algo antes de comenzar a estudiar —me dijo con dulzura cuando me soltó—. Preparé un almuerzo para ti.

—Sí, tengo hambre. —Sonreí.

—Eso es porque no almuerzas en la escuela.

Mientras decía eso, me dio un adorable beso esquimal que hizo que mis piernas temblaran, aunque no de la misma manera que hacía unos minutos, sino porque aquello me había enternecido.

—Eso debe cambiar, Ana —me reprendió de forma suave—. No me gusta que te saltes comidas.

—¿Cómo es que sabe todo eso?

—Porque te observo, así como tú a mí —confesó, dejando de mover su rostro, pero aún con su nariz y frente pegada a las mías—. Cuando me ignoraste fue tan doloroso.

—¿Entonces te diste cuenta? —pregunté nerviosa—. ¿Por qué no...?

—Algún día te podré explicar todo, ¿por qué perder el tiempo diciéndote cosas que serán difíciles de entender ahora?

—Quiero saber —murmuré—. Quiero saber en qué estoy metida.

—Por ahora solo debes saber que en mi corazón —dijo sonriendo—. Y en mi mente.

—Es muy bueno con las palabras —bromeé.

—También lo soy con las acciones. —Presionó más mi cuerpo contra el suyo—. O eso espero.

—Lo es —susurré.

—Bien, vamos a almorzar —dijo separándose, aunque me tomó de la mano—. Quiero que comas todo sin necesidad de recalentarlo. Por cierto, no pienso tocar ni un solo centavo de lo que tus padres me den. Pero sabes que debemos mantener las formas.

—Entiendo —asentí.

—Vamos, Ana, espero que te guste el almuerzo.

—Estoy segura de que sí.

Los dos salimos de la sala y nos dirigimos a la cocina, en donde había mucha comida. La isla estaba repleta de platillos que se veían deliciosos.

—¿Esperas a más personas? —le pregunté con tono bromista y él sonrió.

—No, cuando me emociono cocino mucho.

—Pero ¿cómo cocinaste todo esto...?

—Supongo que me emocioné mucho y madrugué. —Se encogió de hombros—. Si no puedes terminarlo, no importa. La comida que me sobra en mucha cantidad, la suelo donar o la guardo para mí.

—¿No te cocinas a diario?

—No, la vida de un profesor es un poco agobiante.

—Pero...

—Pero ahora que estás tú, me esforzaré mucho por cocinar.

Lian me subió a uno de los taburetes de la isla y depositó un suave beso en mi cabeza, el cual hizo que se me cortara la respiración.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora