22.

13.9K 1.5K 258
                                    

OPORTUNIDAD

Lian

—Estás poniendo todo en riesgo, Lian —me reprendió mi madre por el alta voz—. ¿Podrías dejar ese artefacto estúpido en paz? Sabes que no está permitido.

—Yo sé lo que hago —repuse con indiferencia antes de tomarme el medicamento, aquel que me permitía conservar la salud y no verme afectado por este oxígeno contaminado.

Tomar estas mierdas tan grandes para poder adaptarme era agotador, pero con el tiempo me acostumbré y ya era un hábito que tenía arraigado al llegar del trabajo.

Ser profesor a veces podía ser más agotador que ser monarca. Al menos siendo monarca todo el mundo se movía en función de mí, pero en esa escuela yo tenía que trabajar en torno a mis estúpidos alumnos. Pero con Ana no me importaba, para ella era capaz de trabajar el doble.

A veces no podía creer que aquella niña a la que odié por ser mi única opción fuese a convertirse en alguien tan importante. Nunca pensé que sus labios, su sexo, todo su cuerpo serían mi obsesión. Ahora lo comprendía todo y no quería que fuera de otra manera.

Ana era incomparable, hecha para mí.

Estaba impaciente por volverla mi esposa y dejar todo esto atrás.

—No, definitivamente no sabes lo que estás haciendo. Nos pones en riesgo, lo sabes.

—Nadie se dará cuenta. Estos humanos son estúpidos.

Ella se rio.

—Tú también eres humano, y parece que se te contagió la estupidez de ellos.

—Yo no soy igual —contesté con calma—. Nos vemos después. Ana está por llegar.

—Recuerda: nada de hijos, no todavía.

—Lo sé muy bien —dije con decepción de que las cosas no pudieran ser tan fáciles.

¡Maldita burocracia! ¡Maldita biología!

Caminé rápidamente hacia la puerta, y me encontré con los ojos más hermosos del mundo. Eran de un azul intenso, pero a veces podían verse grises, dependiendo de qué ropa utilizara.

—Bienvenida, señorita Fuentes —saludé con tono formal y ella me sonrió sonrojada.

—Buenas tardes, profesor.

***

Ana

Mi corazón aún estaba acelerado aunque estuviésemos almorzando. Lian se detenía cada poco para acariciarme, para besar mis manos o darme besos que me dejaban atontada.

—Vamos a continuar con los mismos ejercicios de ayer, quiero que por medio de la repetición logres dominar los temas, ¿qué te parece? Cuando veamos que lo puedes hacer sin errores, iremos viendo otros temas.

—Me parece bien —asentí.

—Te noto algo tensa, ¿estás preocupada?

—Sí, lo estoy, y sabes qué es lo que me pasa. Todo es muy extraño.

—Ana, por favor...

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora