29.

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Lian

Todos los que estaban sentados en la mesa real me miraban con una mezcla de desaprobación y miedo. Ninguno se atrevía a recriminarme nada por mi tardanza, ni siquiera mi madre, que sabía que lo haría en privado y a sus anchas. Desafiar mi autoridad en una reunión era sinónimo de una muerte segura. Y no lo decía yo, lo dictaban las leyes, pero yo las hacía a cumplir más que ningún otro monarca.

Me había ganado a pulso mi apodo de «el rey sanguinario».

—Esta situación comienza a tornarse grave —opinó Adriel, mi hermano menor—. ¿No puede adelantarse? El pueblo exige un heredero.

—No, conocemos las normativas terrestres y biológicas —respondí mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa—. Ella no puede venir aquí, no está lista.

—¿Y si revisas de nuevo el registro global? Tal vez…

—Definitivamente no —dije tajante—. Aun si hubiera alguien más, no lo deseo.

—Tiene que haber una solución. Esperar siete años más es insostenible —dijo mi madre—. Las protestas no paran, exigen a su reina, quieren estabilidad. Tú te haces mayor.

—Pues ya saben qué destino les espera si siguen exigiendo algo que no está en mis manos —repuse—. No voy a dejar el trono.

—La gente especula que su problema se debe a que este gobierno debe terminarse —dijo Cody.

—La gente habla demasiado cuando tiene miedo. —Sonreí—. Son unos malagradecidos con lo que tienen.

—Todavía no puedo creerlo, debe existir otra persona —murmuró mi madre—. Yo fui una opción, una de diez, y eso era bastante poco, pero al menos…

—Mi destino no puede cambiar, madre —la interrumpí—. Ella es la única que puede darme hijos.

La sala quedó en silencio. Todos se miraban entre ellos, preocupados, desesperanzados. Sentían lo mismo que yo sentí cuando supe que, de entre miles de millones de personas en ese planeta y en miles de billones de planetas habitables más en el universo, Ana era la única compatible conmigo genéticamente.

—¿Y si fuera un accidente? —propuso Adriel.

Todos lo miramos con interés.

—Explícate.

—Tener un heredero por accidente —dijo con voz titubeante y mirando a todos en busca de ayuda—. E-Es decir… si pasó por accidente no debería ser ilegal, ¿no?

—No, no es viable —dijo nuestra madre—. El niño debe nacer aquí.

—Pero mi situación especial podría hacer que lo entiendan —opiné—. Voy a pensarlo, Adriel. Esa es muy buena idea.

Mi ingenuo hermano sonrió orgulloso. Era la peor idea que se le hubiera podido ocurrir, sin embargo, en mi cabeza comenzaban a moverse con más fuerza los engranajes. No solo pensaba en el reino, sino también en mi beneficio personal. Ana ya no podría tener escapatoria de mí.

La idea imperfecta de Adriel era perfecta.

***

Ana

Mis padres no se separaron ni un solo instante de mí y apenas y pude volver a conversar con mis primos. Esta vez no me molesté demasiado de que hicieran aquello, pues no quería hablar con Jeremy. La sensación de que era una persona maliciosa ya se me había pasado, pero de todos modos no podía confiarme.

El motivo principal de la reunión no fue el cumpleaños de la tía Rose, sino su compromiso con su novio. Los dos lucían muy enamorados y me alegré mucho por ellos. Los dos tomaron la palabra antes de la cena y nos contaron su historia de amor llena de obstáculos.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora