35.

9.2K 1.2K 187
                                    

Lian

—No me van a entrevistar, ¿cierto? —me preguntó aquel detestable chico.

—No, no lo harán —le respondí cuando nos sentamos en el escritorio de la oficina de asesoría académica, lugar que casi nadie frecuentaba—. No otros, yo sí.

Jeremy no lucía nada nervioso, por el contrario, percibía la burla en su expresión aunque intentara disimularlo. Tenía la misma expresión de todas esas personas con las que tuve que tratar al llegar aquí.

—Me cree problemático, ¿cierto? —Entornó los ojos—. Yo no tengo ningún mal antecedente, por eso estoy aquí.

Iba a seguir con su maldito juego de estudiante nuevo. Era muy obvio, no me diría sus intenciones con tanta facilidad, y yo no tenía tanta facilidad para obligarlo a que confesara.

—Sí, es un estudiante problemático, aunque no tenga ningún mal antecedente.

—Supongo que le molesta que sea su nuevo vecino. —Sonrió.

—No, no me molesta —mentí.

—Lo hace, odia que esté tan cerca —continuó—. Pero no se preocupe, no le daré problemas, en tanto usted no me los dé.

—Eso espero —contesté sin dejar de mirarlo.

—Yo solo quiero integrarme, profesor —me dijo con tono inocente.

—Puede integrarse, pero no acosar a las alumnas.

El fastidioso chico sonrió.

—¿Acosar a las alumnas? ¿Cuándo hice eso?

—Sabe bien de lo que estoy hablando, ¿de verdad hablaremos con rodeos? —Le sonreí de vuelta.

—¿Hablar con rodeos? —Frunció el ceño, pero capté la leve curva que hizo con los labios.

Los terrícolas eran muy fáciles de leer. Él no era uno de los míos, lo que era una lástima, pues no podía hacerle todo lo que le habría hecho si hubiese sido uno.

No, era muy joven, además. Si fuese un elegido no estaría perdiendo el tiempo conmigo, estaría dándole hijos a cualquier mujer mafiosa, política o de la realeza. En la actualidad no había nadie que necesitara a mi gente, tan solo mis recursos.

—Lo tendré vigilado —le advertí—. Puede irse.

—Lo que voy a hacer es denunciarlo por hostigamiento —contestó, haciéndose el ofendido—. Hay una política antiacoso, profesor Nightingale. 

—Bueno, pues ya veremos si alguien testifica a su favor —repuse con tono burlón.

—Vaya, está muy seguro —dijo con sarcasmo—. ¿Por qué será?

—Retírese —le pedí y él lo hizo, no sin antes reírse un poco.

Necesitaba acabar con ese malnacido, pero cualquier cosa que hiciera fuera de la ley sería severamente castigada. No me podía dar el lujo de perder contra estos humanos idiotas. Yo quería a mi reina, costara lo que costara.

Lo que más me costaba entender era por qué me ponían otra complicación más. Yo había esperado pacientemente por ella, apegándome a las normas establecidas. Todo lo que hacía estaba dentro del marco legal, incluso el dispositivo en su cuello y el suero que le fue inyectado a temprana edad, a los dos años.

¿Por qué ahora pretendían complicar todo mi proceso? Ellos obtenían de mí lo que querían.

Mi mente no dejaba de pensar en miles de posibilidades aterradoras. ¿Y si ella era compatible con alguien más? Casi todos los días revisaba obsesivamente el registro y no, no había nadie que fuese compatible, tan solo yo. ¿Qué querían de ella? De mí ya lo tenían todo.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora