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VERDAD

Al llegar a casa casi corrí a mi habitación. El corazón me palpitaba con fuerza dentro del pecho y sentía muchas pulsaciones por todos lados.

El profesor Nightingale me había dado sexo oral.

Pensarlo era muy fuerte, así que ni siquiera me atrevía a decirlo en voz alta. Ahora ya no sabía cómo podría hacer para no sonrojarme en sus clases. Y ahora que todos me prestaban atención, sería difícil esconder eso.

—Lian no es el profesor —susurré y lo repetí como un mantra hasta que las palabras dejaron de tener sentido.

Me despojé del uniforme y me puse ropa cómoda que me hiciera sentir más como una adolescente y menos como una colegiala descarriada.

Al terminar de hacer eso no me sentí mejor, así que antes de ponerme a hacer cualquiera de mis deberes, le envié un mensaje a Leila, quien me respondió de inmediato para preguntar qué había pasado.

Me quedé un momento en blanco, sintiendo mucha vergüenza de escribir sobre el sexo oral. No debía ser un tema tabú, pero me sentía demasiado cohibida como para abordar el asunto con naturalidad.

Leila, al ver que no respondía y seguía en línea, insistió.

Leila:

Anda, dime, ¿cómo fueron esas ardientes tutorías?

Mi rostro se enrojeció mucho más y tuve que ponerme una almohada en la cara para soltar un pequeño grito.

Una vez que me calmé, le contesté a Leila que me daba pena contarlo por mensaje, pero que todo había ido mejor de lo que me esperaba. Naturalmente, ella envió emojis llenos de emoción y escribió con letras mayúsculas que lo quería saber todo con lujo de detalles. Yo no sabía para qué lado mirar a pesar de encontrarme sola; me daba miedo que en cualquier momento mi madre entrara y me viera tan sonrojada.

No, no me sentía lista para un interrogatorio.

La conversación con Leila terminó en que se lo contaría todo en la escuela al día siguiente.

Ella se quedó conforme, pero yo me moría de la ansiedad. Necesitaba expresar en voz alta lo que sucedía y obtener una opinión externa. Seguramente su opinión no era la más indicada y me alentaría a seguir este juego peligroso, no obstante, ella ya tenía experiencia y podía darme los mejores consejos para cuidarme.

Cuidarme...

¿Acaso íbamos a pasar pronto a segunda base? La idea me aterraba. Me daba miedo que me doliera, quedar embarazada o contraer enfermedades. El profesor podía jurar fidelidad, pero yo no lo conocía realmente.

¿Sería una buena idea espiarlo?

Negué con la cabeza, desechando esa idea. Hacer eso solo haría que él pensara que era un fenómeno. Antes podía observar al profesor Nightingale porque sabía que él era inalcanzable para mí, pero ahora que tenía su completa atención iba a resultar muy extraño seguirlo.

En ese momento recordé otra vez la pulsera, y alcé mi mano para verla. Intenté imitar lo que había hecho Lian, pero no pude retirarla. No encontré un botón que pudiera ayudarme a sacármela.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora