Capítulo 26

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Delle

Logan me dio solo tres simples reglas para esta noche.

Tres reglas que debía de seguir al pie de la letra, si no queria autosabotearme mi sorpresa de esta noche. Mmm... apetecedor.

Regla número uno; No charlar con NINGUNO de los chicos del equipo NI SIQUIERA CON BLAIR, aunque ella no este en el equipo.

Meh, podía con esta.

Los chicos ya sabían de la sorpresa que Logan me tenía preparada esta noche para nuestra primera cita. Dios, PRIMERA CITA. Decir eso se siente todavía muy surreal. ¡Mi primera cita! Nunca antes había tenido una primera cita. Estoy emocionada.

No obstante, los chicos eran tan soplones que temía que alguno de ellos arruinara la sorpresa abriendo su bocota.

Por lo que evité a todos por toooodo el día. Evité cualquier interacción, cualquier discusión, cualquier comentario y solo... huí de ahí.

Fue sencillo.

O algo así.

—No puedes hacer pancakes de aguacate, por favor. Que asco.

—No puedes opinar por mí. Tengo mi propia voz.

Eran por ahí de las nueve de la mañana cuando un evento catastrófico ocurrió en nuestra cocina. Tenía un montón de sueño.

—No puedes usar mis aguacates, Jayden. ¡Quiero hacerme un omelette! Sabes que estoy a dieta y debo seguirla al pie —una Blair recién levantada y aun hinchada, le arrebató de las manos de Jayden el único aguacate que quedaba.

—El omelette sabe horrible —debatió él.

Blair jadeó super ofendida.

—Tus pancakes verdes sabrán terribles.

—Gracias por la fe —el castaño le arrebató el aguacate.

—Gracias por acabarte nuestros suplementos alimenticios —Blair se lo quitó de nuevo.

—Gracias por ser tan aburrida y nada compartida —el pobre aguacate manoseado regresó a las manos de Jayden.

—¡Gracias por arruinar mi mañana!

Y ajam, regresó a las manos de Blair.

—Gracias POR ARRUINAR MI DESAYUNO.

Mis ojos estaban en un partido de tenis rondando de un lado al otro.

—De nada —articuló ella entre dientes.

Ambos se miraron pesadamente por unos segundos y... Por favor no me miren, por favor no me miren, porfavor no me... Entonces se giraron hacia mí y luego suspiraron como si fuera Jesucristo y la cura de sus problemas. Suplicaron al mismo tiempo un exigente:

—Delle.

Me quedé tiesa.

Como un sigiloso gato, me coloqué de pie del taburete con mi librito en manos y fingiendo completa demencia, huí lentamente de ahí con sus miradas ceñudas sobre mí.

—Pero mira que desgraciada —Jayden dijo al tiempo que yo huía.

—Gracias. La has dejado sorda con tu irritante voz.

—¿Me tengo que reír?

—Que va, es broma.

—¿Sabes hacer bromas?

Querida, DelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora