Capítulo 5: El cielo

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Para Lucifer fue extrañamente curioso encontrar la felicidad en el infierno. Aquel demonio que apareció repentinamente en su vida no solo salvó su cocina, también lo salvó a él.

Llegó para ser la poca luz que pudo recuperar en aquel abismo.

A medida que sus encuentros se hacían más frecuentes ambos fueron cayendo irremediablemente enamorados, la condena que suponía el infierno para el ángel caído dejó de tener tanto peso gracias a la compañía del demonio pelirrojo.

Era irremediable que en ocasiones la depresión llegara en olas al recordar lo que fue su vida. La añoranza de sus hermanos y su antiguo hogar hacía que su ánimo decayera, sin embargo al momento que los brazos de Alastor lo rodeaban con firmeza y le recordaban que no estaba solo todo perdía importancia.

Estaría bien, aún en este lugar donde la desesperanza era la principal protagonista, Lucifer estaría bien.

- Eres lo único que necesito - susurró una noche el pequeño ángel, quien escondido en el pecho de su pareja temblaba mientras cálidas lágrimas corrían por sus mejillas. Nuevamente la melancolía lo había traicionado.

Con un sentimiento amargo en el pecho, Alastor rodeó a su amado con ternura acercándolo más a él, calmándolo con ese suave olor a petricor que servía como el más poderoso sedante para el menor.

- También para mí - correspondió culpable, pues en el fondo sabía que no era así.

Para el demonio ciervo el ángel era su todo, el único ser que había logrado que la crueldad y el frío en su corazón fueran remplazados por ese cálido sentimiento llamado amor.

Estaba completamente seguro que se encontraba perdida e irremediablemente enamorado de Lucifer, pero su ambición de poder no podía ser dejada de lado.

Cuando caminaba por los confines del infierno en una especie de ronda para reafirmar su autoridad, no podía evitar deleitarse pisoteando a los nuevos miserables que se creían capaces de robar su poder.

Sabía que muy en el fondo su deseo seguía siendo gobernar el infierno, su pareja lo hacía, pero eso no era suficiente para él, pues su amado realmente no tenía ninguna intención de ejercer ese puesto.

Además ahora tenía un motivo más para reafirmar su ambición. Deseaba poder darle la tranquilidad a Lucifer de hacer del infierno su hogar, si éste pudiese llegar a considerar ese lugar como su casa estaba seguro que la añoranza del cielo ya no sería tan pesada.

En un intento por hacer realidad aquel deseo comenzó a incluirlo en sus planes.

Le mostró que el infierno era mucho más que donde residían, fue ahí cuando el ángel caído empezó a conocer su reino, nueve anillos repletos de caos que no los llevarían a nada bueno.

El plan de reformación comenzó cuando Alastor sugirió dejar a cargo a ciertos entes en cada anillo, ellos serían los actores del circo mientras Lucifer desempeñaba su papel de maestro de ceremonias. De esta forma fue que seres como la familia Goetia recuperaron un poco de la dignidad perdida en la masacre del demonio de sangre y nombres como Mammon y Asmodeous ganaron respeto en todo el infierno.

Fieles sirvientes a ojos de Alastor quienes con un poco de promesa de poder accedieron a hacer el trabajo de su manzanita mucho más fácil; mientras tanto él sería el director de todo este show, oculto tras telón, pero cuidando que todo fluyera a la perfección.

Sin embargo, esta relativa paz se rompió más pronto de lo estimado.

A como los siglos iban pasando la inconformidad del cielo fue creciendo más y más; por supuesto que no tomó a nada bien que el infierno comenzara a formar sociedades, individuos perfectamente organizados que estaban haciendo prosperar aquel limbo que no debió quedarse como nada más que "el basurero de la creación".

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