6. Rupert.

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Sí, el contacto desapareció. Por supuesto que no tenía su número.

Porque, en realidad, no había conocido a Harry.

Luego de escapar de la fiesta de Paul con toda la prisa del mundo, se descubrió corriendo a toda velocidad por la calle bajo el cielo nocturno, con un solo objetivo en mente: Dans Le Noir.

Llegó agitado y sudando con el hoste, y luego de un breve saludo inició una atragantada explicación:

—Hoy vinieron dos chicos, uno era el más bonito del mundo, el otro parecía una especie de prostituto refinado, ¿Le- Le dieron sus nombres? —tragó aunque tenía la boca y la garganta secas.

—Ah, sí, eh, se fueron hace rato. Eh, veamos —comenzó a buscar en su bitácora. —, no, por desgracia, uh, no reservaron, y, parece que pagaron en efectivo. Lo siento, señor. —le regaló una sonrisita avergonzada.

Louis también sonrió, o lo intentó.

—Oh, descuide, está bien, perfecto. Sólo es el final de mi vida. Le agradezco mucho. —y salió de ahí.

El regreso a casa fue lo más cerca que Louis había estado de un severo cuadro de depresión. Perfectamente podría haberse tirado en la fría acera, hacerse bolita y no volverse a levantar jamás.

Nada era posible. Había perdido a Harry y eso sólo significaba que absolutamente nada bueno le podría pasar nunca. Los sueños y los deseos eran basura, mentiras, jamás se hacían realidad, sólo existían para lastimar a las personas.

¿Cómo pudo confiar? ¿Cómo pudo pensar siquiera por un segundo que era un afortunado, dichoso e importante hombre con alguna oportunidad? Ahora lo veía tan claro. Sus cero posibilidades, su fracasado futuro, su inexistente sonrisa y la idea de que quizá no iba a volver a verla nunca más.

No obstante, logró llegar a su habitación rentada, e hizo exactamente eso, se tiró, pero en la fría cama, y se hizo bolita.

Y vaya que sí se levantó al día siguiente, con su ánimo en negativo. Si su tristeza hubiese podido hablar, habría llenado la casa entera con un grito ensordecedor.

—Ow, ánimo, amigo, —Paul así lo saludó cuando Louis llegó al comedor. No quería hacer nada pero tenía que bajar en algún momento y un desayuno de cereal con leche y decepción no sonaba tan mal. —al parecer vives con el mejor dramaturgo de Gran Bretaña. —comenzó condescendiente y presumido, tomando el periódico de algún lado y pasándoselo a Louis. —Nunca leo las reseñas, obvio, pero no me pude resistir a esta. Paul Chapman es culpable de genialidad. —citó. Louis lo tomó y buscó aquel encabezado en la página previamente elegida por Paul.

Lo encontró. Estaba a punto de leer los halagos y criticas para Paul completas, pero más abajo una foto llamó su atención; abarcaba la mayoría de la página.

Mario Testino. ¿Kate quién? Moss - Testino.

Louis leyó y abrió de más los ojos.

—Debo irme. Enseguida.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde?

—Le encanta Kate Moss. —explicó rápidamente y se puso de pie para correr hacia las escaleras.

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