24. Día doble.

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Y así le dio su fórmula secreta para ser feliz.

La primera de su plan de dos partes, era simplemente continuar con su vida normal, viviéndola día a día como cualquier persona.

Para poner en práctica la teoría, Louis eligió su día menos favorito de la semana, Lunes.

Se despertó insoportablemente temprano, se duchó, afeitó, vistió, peinó y se despidió apurado de Harry, yéndose sin desayunar porque se le había hecho inexplicablemente muy tarde. ¿Aunque se hubiera levantado tan temprano? Sí, porque se le acabó el agua caliente a medio baño, y se cortó varias veces mientras se rasuraba, y, ah sí, se le quemó el hotcake que se había preparado como desayuno, por haberlo hecho con prisa.

Para mejorar su mañana, lo primero en la agenda, ordenado por su jefe, era revisar las muchas, de verdad muchas declaraciones del caso que tenían bajo su responsabilidad en esos días. Rory comenzó a leer una vez que los tres estuvieron sentados en la oficina de Louis. El reporte al parecer lo había redactado tan mal que el jefe gritándole le ordenó reescribirlo todo pero cambiando cada palabra.

A la 1:03 de la tarde Louis finalmente tuvo un tiempo libre para comer algo. Fue a una cafetería cercana y compró agua embotellada y un sándwich frío que ni siquiera sabía de qué era. Lo pidió para llevar, a penas agradeciéndole a la cajera, pues llevaba los minutos contados y ya estaba estresado, muriendo de hambre, sueño y de un dolor de cabeza que no lo dejaba.

Volvió corriendo a su oficina, se sentó, le dio literalmente la primera mordida a su sándwich y justo su jefe lo llamó, diciéndole que el juicio se había adelantado, que lo quería en el juzgado en 10 minutos. Comió como pudo mientras corría.

Rory y él recorrieron rápidamente todo el gigantesco edificio antiguo, de lado al lado, pues, para su fortuna, la sala que les habían asignado era la última y más apartada de todas. Llegaron tres minutos tarde, su jefe se encargó de recalcárselos.

Ganaron esa audiencia, pero mentiría si dijera que aquello lo alegró lo más mínimo. Sólo quería que ese día terminará ya, estaba harto.

El camino de regreso a su casa fue eterno. En el metro, sentado al lado de un tipo con audífonos que parecía que no los traía porque su escandalosa canción se escuchaba por todo el vagón, y por consecuencia sólo empeoraba su dolor de cabeza, cuando su plan había sido dormir esos quince minutos que tardaba en llegar a su estación, Louis suspiró e intentó tranquilizarse.

Al llegar a casa, desafortunadamente no encontró a ninguna de sus pequeñas despierta. Su apetito se había ido, pero aún así merendó cereal y una manzana.

Diez minutos después, Harry leía en la habitación, y cuando Louis entró y prácticamente saltó a la cama, ya cambiado con su pijama, luego de haberse lavado muy rápido y seguramente mal los dientes, dejó salir el gruñido que todo el día se había aguantado.

—Lou, ¿Apago la luz? —Harry se compadeció en ese susurró.

—Sí, mi amor, por favor. Fue un largo día.

El rizado le acarició brevemente el cabello y apagó su lámpara de noche, olvidando el manuscrito elegido para esa ocasión y disponiéndose a dormir también.

Y he aquí la segunda parte del plan de Billy: Le dijo que viviera cada día de nuevo, casi de forma idéntica. La primera vez con todas las tensiones y angustias que nos impiden notar cuán dulce puede ser el mundo. Pero la segunda vez, notándolo.

Una hora después, Louis despertó, y se levantó sigiloso, yendo al baño para hacer su magia.

—Okey, pá, intentémoslo. —susurró, cerró los ojos, apretó los puños y-

Mismo día. Lunes por la mañana, despertó igual de temprano pero por alguna razón con más energía. Se bañó, duchó, afeitó y alistó sin inconvenientes. Desayunó fruta picada, y Harry tan lindo le preparó otra cosa para más tarde.

Llegó dos minutos antes a su oficina.

Mientras estaban en la reunión con su jefe, Rory leyó su informe y resultó que el hombre sólo le corrigió un par de cosas, avanzaron más en el caso, llegando al estatuto dos. Por esta razón, a las 12:39 ya estaba libre para salir y comer algo, aunque no tenía tanta hambre por el refrigerio que Harry le había mandado y que había estado pellizcando durante toda la mañana. Fue a la misma cafetería y compró su agua, alcanzó un sándwich recién hecho, inclusive le salió setenta centavos más barato todo. Comió tranquilo y aún le quedaron diez minutos libres antes de que su jefe le llamara para recordarle la hora en la que tenía que estar en el juzgado, la cual no fue adelantada en esta ocasión. En el edificio antiguo se encontró a Rory y caminaron tranquilamente hacia la sala que les correspondía, tomándose un momento para apreciar el lugar en el que estaban, repleto de detalles, pinturas, y formas hermosas.

Llegaron justo a tiempo. De hecho, su jefe aún no estaba ahí.

Ganaron esa audiencia, y su felicidad fue tal que abrazó a Rory.

En el metro, sentado al lado del tipo de los audífonos de adorno, Louis reconoció la canción, y se dio cuenta de que era una de sus favoritas, pero antes no había podido darse cuenta. La tarareó discretamente, no afectado en lo absoluto, por nada. Tenía sueño, pero la cabeza no le dolía, no se estaba muriendo de hambre y- Sólo- Se sentía tranquilo… Feliz.

Cuando llegó sus hijas lo recibieron sonrientes, las acostó, y les pudo dar un beso de buenas noches. Luego cenó algo ligero con Harry, y se acostaron juntos, se contaron su día, Harry leyó un rato y:

—¿No fue tan mal día a pesar de todo?

Noup. Bastante bueno en realidad. Fue un muy buen día de hecho, diría yo.

No dejaba de asombrarle cuántas sonrisas se había perdido antes de volver a vivir ese Lunes. Las carcajadas con Rory, los centavos que recuperó, y escuchar su canción preferida en el metro...

No podría ser mejor.

—Pues, qué gran alivio. —Harry se quitó sus lentes de descanso y los dejó junto con el manuscrito en su buró. —Porque, si hubiera sido un mal día, eso me habría empujado a tener sexo contigo para compensártelo. —se encogió de hombros y apagó la luz. —Hasta mañana.

¿Podría?

—… Uhm, fue un día muy pero muy malo. —Harry rio. —Todo resultó pésimo. Hasta me despidieron de mi empleo. Oh, y luego maté a un hombre. —más risas, hasta que se encontraron en la obscuridad, y se besaron.

Qué horrible día, cielo. —Harry habló bajo, seductor.

—Fue terrible.

—¿Sí? El peor día imaginable.

—Sí, espantoso, sí. —Louis se posicionó arriba de él y compartieron más besos y caricias.

—Cuánto lo siento. —los dos rieron.

Añadirle a la lista “hacer el amor” definitivamente fue lo mejor de todo.

Louis lo haría de nuevo. Louis repetiría sus días todos los días hasta su muerte, si el resultado iba a ser siempre ese, si con eso lograría sentirse así de bien, todo el estrés del principio lo valía completamente.

even the shortest second... || (l.s.)Where stories live. Discover now