Mensaje claro.

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Hacía sólo unas semanas mi carrera como madre había empezado. Cada día aprendía algo más sobre mis hijas, sobre sus sonidos, sus gestos, la forma en que cada una expresaba lo que quería y cuan familiares eran a su padre, y un poco a mí. Ana y Kara eran calmadas en general, pero cuando solicitaban atención querían que fuera exclusiva. 

Durante los primeros días aún me costaba moverme un poco, debido a que mi panza no había reducido del todo, pero pude seguir con mis tareas y hasta empecé a hacer ejercicio para volver a mi figura y bailé un par de horas cada día. Entre más pronto volviera a mi antiguo ritmo de vida, sería mucho mejor. Las niñas me necesitaban fuerte y atenta, por lo tanto descansar no era una opción.

Gracias al cielo mi esposo continúo con su actitud amorosa, lo cual ayudó mucho a que todo en casa estuviera mucho más tranquilo. De hecho una o dos veces por semana salíamos en una cita para no descuidar nuestro matrimonio, lo cual fue excelente. Sus celos disminuyeron y mi actitud frente a su fama dejó de ser tan mala y deprimente. Considero que la clave estaba en no dejar de ser las mismas personas que en algún punto se encontraron y se enamoraron.

Más allá de las mejoras en nuestra relación, logré que Bradley terminara de pintar las rosas en la habitación de las gemelas sin que Zayn lo notara. Ya que mi esposo debía trabajar aproveché esos momentos para que Bradley terminara, si tenía tiempo claro. Muchas veces le llamaba pero estaba en medio de sus clases, y simplemente no podía pedirle que los abandonara por las paredes que mis hijas verían cada mañana y noche.

Al concluir las rosas quedaron preciosas; unas blancas y otras rojas. Esos eran los colores de las niñas y no pude pensar en nada más apropiado. En ese momento no se pasó por mi mente el hecho de que esas rosas en esos colores específicos representaban mi vida amorosa en aquel instante. De cualquier modo, la pintura quedó elegante y Zayn la elogió sin saber que Bradley había sido el creador de tal belleza.

Para el día en que las gemelas cumplían un mes de vida fui con Zayn a la academia. Él muy amablemente se ofreció a llevarme, pero creo que se debía a que no quería que me encontrara por mi cuenta con Bradley. Lo entendí y no mencioné palabra pues no tenía ganas de discutir, y hasta me pareció lindo que sus celos no hubiesen desaparecido del todo.

Entramos tomados de la mano, cada uno llevando una de nuestras niñas en su sillita. Pasamos las puertas y nos dirigimos directamente a la oficina de Vivian. Me sentí muy bien al volver a mi lugar, a pesar de que los pasillos estaban vacíos y las paredes llenas de nuevos afiches, me complació respirar de nuevo el aire, el olor a madera y los diferentes sonidos provenientes de las clases.

—¡Mis niñas!  —gritó mi amiga en cuanto nos vio. Salio disparada de su silla y se arrodilló frente a Ana, luego frente a Kara. Zayn y yo nos reímos y la dejamos ver a nuestras niñas mientras yo revisaba papeles pendientes. 

Mi oficina estaba casi igual, excepto por una pila de documentos que esperaban ser revisados. Le pedí a mi marido que no perdiera de vista a las niñas mientras me dedicaba a resolver algunos pendientes, ya que sabía que muchos de esos documentos terminarían en mi bolsa y luego desparramados en la cama para continuar con mi trabajo.

***

Después de un poco más de dos horas de llamadas, confirmaciones, pedidos y charlas no deseadas, Zayn trajo a mi mesa una rebanada de pizza de pepperoni y té de durazno. —Gracias —suspiré. Se sentó a mi lado arrastrando un banco.

—De nada... —besó mis labios y mordió un trozo de mi pizza antes de contestar su móvil. Se puso en pie y salió de la oficina. 

A lo lejos escuché a Vivian aún haciendo sonidos extraños a mis bebés. Decidí llevar mi comida afuera y molestar un poco a mi amiga. —¿Sabes? Serías una asombrosa madre...

Forever Troublemaker. [Terminada]Where stories live. Discover now