Distancias.

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Tras una sesión completa de abrazos, besos, lágrimas y miradas tiernas, mis padres y yo nos dirigimos al estacionamiento del aeropuerto. Mi papá llevaba mi maleta rodando tras él unos pasos adelante para tener el auto listo, mientras mi mamá me llevaba del brazo con una sonrisa.

–Estás preciosa hija –miró mi panza–, el embarazo te hace ver… tan maternal –su voz se quebró un poco–. Aún me cuesta creer que voy a ser abuela. El tiempo se ha ido volando.

Le sonreí y besé su mejilla. Ella tenía razón, el tiempo se había ido volando. Aun podía sentir en todo mi ser la primer vez que vi a Zayn, la primera vez que dormimos juntos, nuestra primera relación, nuestro primer –loco y extraño– beso, su primera escena de celos…

Cada detalle de mi vida se reducía  momentos con mi esposo, por supuesto también con mis padres y amigos, pero de alguna manera los más brillantes eran sin duda mis recuerdos sobre Zayn; y eso era porque lo amaba, porque mi vida cambió con él, porque me dio las alas para creer en mí, para ser mujer, libre y espontánea. Para ser la verdadera Marie.

Caminé despacio con mi madre, ya que los primeros síntomas del Jet lag estaban cayendo sobre mí. Al salir encontramos a papá en el andén abriendo la puerta para que entrara. Mis padres iban adelante en el auto y por un breve momento me sentí de nuevo como una Marie de apenas cuatro años volviendo del odontólogo con un diente menos y un tarro de helado en la mano.

Me reí de mi memoria y me senté más cómodamente mientras papá arrancaba. Las calles eran del mismo gris del que las recordaba. Cada rincón tenía memorias diferentes y cada uno me hacía sentir en casa. No importaba cuánto tiempo había pasado, yo seguía siendo parte de aquel lugar.

Mis padres me estaban comentando sobre las nuevas construcciones que yo no conocía y que habían cambiado ligeramente el paisaje. Apenas y los escuchaba ya que estaba en el proceso de encender mi celular y adecuarlo para utilizarlo internacionalmente. En cuanto terminé descubrí varios mensajes a Whats App y dos llamadas perdidas. Los mensajes eran de Vivian, Niall, Luisa y Zayn.

El primer mensaje solicitaba una llamada en cuanto pusiera un pie en el Reino Unido, el segundo y tercero eran miles de caritas de felicidad y letras mezcladas que expresaban la felicidad de mis dos amigos al saber que nos encontraríamos de nuevo en la escuela para la reunión. Respondí con más caritas y trompetines de festejo. El último mensaje –y el que más esperaba– contenía muchos corazones, besos y unos símbolos en árabe que conocía muy bien: “Te amo”.

Zayn tenía esa manera particular de expresarme su amor cuando se trataba de cosas escritas, y al ser casi  incomprensible para quien husmeara nuestras conversaciones lo hacía algo secreto y nuestro. En respuesta le envié una fotografía de lo que se alcanzaba a ver del auto del London Eye y una grabación donde le aseguraba que estaba bien, que lo amaba y lo esperaba pronto.

Los días se harían eternos sin él.

En ese momento tuve la sensación de que a pesar de que las cosas no iban perfectamente, estábamos manteniéndonos en calma. Más o menos. Los días siguientes sin él me servirían para reflexionar mucho más allá de lo que distinguía a simple vista.

Finalmente, las dos llamadas perdidas me sorprendieron, ya que eran de Bradley. Decidí dejarlo pasar pues no quería tener nada más en mi mente que las personas que más me importaban. No es que él no fuera importante, bueno, por lo menos en ese momento no creí que lo fuera, pero los humanos tenemos la extraña habilidad de mentirnos a nosotros mismos y creernos.

Mi papá aparcó, bajó las maletas y abrió la puerta de casa con una enorme sonrisa. Estaba muy feliz y no lo podía negar. Durante los primeros dos años de mi matrimonio con Zayn estuve viajando mucho para visitarlos, en las fiestas, cumpleaños y fechas especiales, pero en cuanto en tiempo fue pasando dejé de viajar para concentrarme en la academia, las clases y mi matrimonio.

Forever Troublemaker. [Terminada]Where stories live. Discover now