Dos cartas.

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–¿Cómo pueden hacerme esto? –pregunté a mis pequeñas mientras me veía frente al espejo de cuerpo completo que por alguna razón mi madre había puesto en mi habitación. –¿Cómo se supone que recupere mi figura? Porque la necesito de vuelta.

Mi panza estaba lo más grade que podría imaginar. En dos semanas tendría a las niñas y tendría que trabajar montones para ser la Marie de antes. –¿Ven a su padre? –señalé en el espejo a Malik aun durmiendo–. Él también necesita mi figura de regreso. No lo dice, pero yo lo sé.

Era muy en serio lo que estaba diciendo. El embarazo me apartó bastante de mi ardiente esposo y de verdad lo necesitaba. Estaban esos días en que no me pasaba nada al verlo, pero otros lo deseaba con cada fibra de mi ser. Ése era uno de esos días.

Por supuesto eso no significaba ser mala con mis hijas, y no lo era. Simplemente estaba apurada por tenerlas en mis brazos y a mi esposo de nuevo en la cama. No son exactamente las palabras… pero sí. Así era.

–Dos semanas más. Sólo dos semanas más –susurré cerrando los ojos para calmarme.

La verdad es que mi querido y tonto esposo no estaba ayudando mucho. La noche anterior, después de comer con mis padres, estuvo besándome y tocándome de maneras que deberían ser ilegales. Lo peor de todo era que no podía corresponderle de la forma adecuada, de la forma en que una Marie-no-embarazada hubiera respondido.

No entendía cómo lo soportaba, pero lo amaba por hacerlo.

Dejé de mirarme al espejo y fui a ducharme. El reencuentro era esa misma noche y debía ir a comprar algo para ponerme. No lo había hecho antes porque estaba ocupada recordando, haciendo visitas y otro tipo de cosas. Seguramente con mi actitud de esa mañana no iba a encontrar nada que me gustara.

Mientras me duchaba y pensaba en todo lo que había dejado de hacer por el embarazo, Zayn entró. –Buenos días –susurró en mi oído con su voz de recién-me-desperté.

Me giré, lo abracé y le di un beso corto. Me miró y frunció el ceño. –¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? –se alejó un poco y vio mi vientre.

–No, no. Estoy bien, las niñas están bien, tranquilo –respondí volviendo a abrazarlo.

Me soltó y dijo: –Marie Malik, llevamos juntos el tiempo suficiente como para saber que algo está mal. Dímelo.

Rodé los ojos y respondí algo… triste. –Estoy gorda. Estas mini personas me tienen gorda. Y alejada de ti. Eso no me gusta.

–Marie… –literalmente se rio en mi cara–. Cariño, estás preciosa así. Y estas princesas son culpa de los dos. No me hagas recordarte cómo es que se hacen los niños…

–No puedes –lo interrumpí.

–Pero en unas semanas podré –me guiñó el ojo–. No estés así por esto, falta ya muy poco. Lo único que debe importarte es que yo te sigo amando y que estas criaturas te amarán –me dio un beso en la mejilla–. Ahora, mueve ese bonito trasero a la habitación. Hay algo afuera que tal vez te guste.

Su rostro era el típico de chico pícaro y no pude soportar la curiosidad. Salí de la ducha, me enrollé en una toalla –una toalla gigante– y corrí a la habitación.

Sobre la cama me encontré una caja de color blanco con un lazo rojo. ¡Regalos! Durante todo mi matrimonio Zayn me había dado muchas cosas; presentes de aniversarios,  de cumpleaños, sin razón aparente. De tanto en tanto me encontraba con cajas, sobres, cofres y demás envueltos en la misma cinta roja y papel blanco. Era algo así como el toque Malik.

Me lancé sobre la cama, tomé la caja y la abrí muy emocionada. Antes de que pudiera ver lo que estaba adentro, Zayn entró, sonrió y se dispuso a vestirse. Pregunté que era, pero sólo me ignoró mientras se movía por la habitación como modelo.

Removí el papel de seda y me encontré con un vestido precioso de color champaña. Era de corte griego y en cuanto lo vi supe que lo amaba. –¡Oh por Dios, es perfecto!

–Sabía que te gustaría –besó mi frente–. Tengo buen gusto.

Le hice una mueca infantil y me estiré para abrazarlo. –Gracias, tontico.

Me salvó de un recorrido por el centro comercial con un final triste al no encontrar nada que me fuera bien. Revisé el vestido y era la talla perfecta con adornos y tacones a juego.

–No es la primera vez que me compras un vestido… –fijó sus ojos en mí.

–El vestido de la noche de compromiso con mi familia. Lo recuerdo muy bien.

–¿Ah sí? –dejé el vestido en la caja y me levanté para vestirme.

–Claro, recuerdo que mis primos no te quitaban os ojos de encima. Y por supuesto recuerdo que lucía muy bien en el suelo esa madrugada –me sonrió y las hormonas de mi cuerpo ardieron.

–Ya estaba por ir a despertarlos –nos regañó mi mamá cuando entramos a la cocina tomados de la mano.

Rodé los ojos y me reí. Nos sentamos a desayunar sin mi padre, ya que había salido temprano a realizar un pequeño trabajo cerca del sur de la ciudad. Zayn habló casi todo el tiempo con mi madre; le comentaba sobre su trabajo, lo que había logrado y lo que esperaba conseguir.

Mi querida progenitora no dudó en hacerle ver a mi esposo que tenía que tener un tiempo para la familia, no descuidarnos y estar al pendiente de nosotras. Él, como era de esperarse, le dijo que así lo haría.

–Son lo más importante en mi vida, señora St. Cloud –por alguna razón mi hombre nunca llamaba a mi mamá por su nombre, pero nunca pareció molestarle a ella.

Para ese día no teníamos planeado hacer mucho. Zayn iría de visita a su casa y luego volvería para prepararse para el reencuentro. Por mi parte, me dedicaría a revisar los documentos que Vivian había enviado y luego vestirme para estar perfecta en la noche.

Después del desayuno él se fue con mi recomendación de no ceder ante sus hermanas y su deseo de ser madrinas de las niñas. Le envié mis saludos a los Malik y un par de cosas que mi mamá había preparado para regalarles. Cosas de bricolaje que yo no entendía.

Cuando Zayn se fue subí a mi habitación para dedicarme al sobre de documentos de Vivian. Me encontré con varios papeles para firmar, aplicaciones que verificar y aprobar y dos cartas.

La primera era de color crema y olía a campo. Cuando la abrí me llevé una sorpresa. Decía lo siguiente:

Los Horan y los Conrad tenemos el placer de invitarles a la boda de nuestros hijos:

Niall y Jo.

Los datos sobre vestimenta, el lugar y el día estaban al final de la tarjeta. Era una invitación a la boda de mi mejor amigo. ¿Por qué no me lo dijo?  No podía creer que no me hubiese dicho que iba a casarse con Jo. Tenía que ser una de las primeras personas en saberlo. En mi lista de pendientes estaba llamarlo y reprocharle un poco a ambos por no avisarme antes y ya después felicitarlos por finalmente casarse.

Se tardaron muchísimo tiempo en decidirse, pero era de esperarse de las personas que tardaron mucho más tiempo en estar finalmente juntos. Aunque, quién era yo para decir eso. Me tardé mucho en ser por fin feliz con Zayn.

Todos somos unos raros.


Una boda, de nuevo era una boda. La última boda a la que había ido con Zayn terminó en un completo desastre. Esperaba que la boda de niall no se pareciera en nada a la de Luisa Y Harry. De no ser así probablemente las cosas serían irreparables.

Dejé la invitación sobre la mesa de noche para mostrársela a Malik en cuanto volviera. Tomé el otro sobre, era de color turquesa con un par de flores dibujadas en lápiz al borde. Casi de inmediato supe de quién era.

Bradley.

°°°°

¡Hola mis Troublemakers!

Espero que les gustara el capítulo xD Gracias a las chicas del grupo de WA, ¡Las amo! :3 ¿Qué creen que pasará? :o

Gracias por todo su apoyo :)

Lots of Love!

Pau.

Forever Troublemaker. [Terminada]Where stories live. Discover now