XLIV

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Claudia

La calidez del hogar de Alexia me envolvía como una manta suave. En ese momento, estaba sentada en el sofá con Alba, la hermana pequeña de Alexia, compartiendo risas y confidencias. Había dejado atrás las sombras de la preocupación y el miedo que me habían estado acechando, al menos por un rato. En la compañía de Alba, sentía que todo era más ligero, como si los problemas pudieran esperar.

Estábamos charlando sobre cosas triviales, pero a medida que hablábamos, la conexión entre nosotras se iba fortaleciendo. Alba era chispeante y llena de energía; sus ojos brillaban con emoción mientras hablaba. En un momento, la curiosidad me llevó a preguntarle sobre su hermana.

—¿Sabías que Alexia de pequeña se cayó de la cama? —me susurró, haciendo un gesto para que me acercara un poco más.

—¿En serio? —pregunté, riéndome ante la imagen mental que se formaba en mi cabeza.

—Sí —continuó, sin poder contener su risa—. Desde entonces, siempre tiene que dormir pegada a la pared.

Imaginar a Alexia, pequeña y rubia, haciendo malabares para no caer de su cama me hizo reír a carcajadas. Podía ver cómo la niña valiente que había sido ahora se había convertido en la mujer fuerte y decidida que admiraba. Esa imagen, tan humana, me hacía sentir más conectada a ella.

—No puedo creerlo. ¿De verdad sigue con miedo a caerse? —le pregunté a Alba, aún riendo.

Alba asintió con entusiasmo.

—Y también le tiene miedo a los patos. Cada vez que ve uno en el parque, se pone como loca y corre en dirección contraria. —Su tono de voz era un mezcla de burla y amor fraternal.

—¿Cómo te puede dar miedo un pato?—Dije sin parar de reír.

Las carcajadas de ambas resonaron en la habitación. Alexia asomó la cabeza por la puerta, sus ojos brillantes y traviesos.

—¿Qué estáis murmurando de mí? —preguntó, cruzando los brazos, con una sonrisa desafiadora.

—Nada, solo estábamos hablando de lo mucho que me quiere —respondió Alba, dándole un toque juguetón a su voz.

—Eso suena sospechoso —dijo Alexia, levantando una ceja mientras se acercaba a nosotras, claramente interesada en el tema.

La cena fue un verdadero festín, llena de risas, historias y una conexión que me hacía sentir más cómoda que en mucho tiempo. Alexia y Alba habían preparado un plato delicioso, y a pesar de que el día había comenzado con tantas inquietudes, esa noche se sentía ligera y reconfortante. Me encantaba estar en su compañía, compartiendo no solo la comida, sino también fragmentos de nuestras vidas.

Mientras comíamos, Alba no dejaba de hacer comentarios divertidos, especialmente sobre Alexia. Las risas eran contagiosas y me encontraba disfrutando de cada instante. No podía evitar sentirme agradecida por poder compartir esos momentos con ellas, por lo que la cena significaba: una tregua en el caos que había estado enfrentando.

Cuando llegó el momento de irme, me sentía un poco reacia. Me gustaba estar allí, en su hogar, donde me sentía segura y aceptada. Mientras me levantaba de la mesa y recogía mis cosas, Alexia, visiblemente nerviosa, balbuceó:

—Eh… ¿te quedas a dormir?

Me quedé paralizada por un momento, observando cómo sus mejillas se sonrojaban. Era tan adorable verla así, con ese brillo en sus ojos y esa mezcla de nerviosismo y esperanza. Mis labios esbozaron una sonrisa antes de que pudiera responder.

—No sé… —comencé, pero la verdad era que no quería irme.

—Por favor —insistió, aún roja como un tomate, con una mezcla de súplica y determinación en su voz—. No quiero que te vayas.

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora