CXXI

458 67 16
                                    

Alexia

Llevábamos horas en la sala de partos, y la intensidad del momento me mantenía en un estado de alerta constante. Miraba a Claudia, sentada en la cama, empujando con todas sus fuerzas, y me sentía desgarrada al ver la mezcla de determinación y dolor en su rostro. Su frente estaba cubierta de sudor, y sus labios, apretados en una línea tensa, hablaban de la lucha que estaba llevando a cabo.

Cada vez que parecía que estaba al borde de rendirse, se reponía y volvía a intentarlo. Sus ojos, llenos de lágrimas, se encontraban con los míos, buscando aliento y fuerza en mi mirada. Yo intentaba transmitirle todo mi amor y admiración, incluso cuando sentía que mi propio corazón se rompía al verla sufrir. Era increíblemente fuerte, y sabía que no se detendría hasta que escucháramos el llanto de nuestro hijo.

-Vamos, mi amor, puedes hacerlo-le dije suavemente, acercándome a ella y tomando su mano entre las mías. Su piel estaba fría, y a pesar del agotamiento, apretó mi mano con una fuerza que me sorprendió. Ella necesitaba sentirme cerca, y yo necesitaba ser su roca en ese momento tan crucial.

-Alexia, estoy muy cansada-Su voz, cargada de desesperación, me atravesó como un rayo. Vi cómo las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, y en ese instante, sentí un dolor profundo en mi pecho. Quería protegerla de todo lo que estaba sintiendo, de todo lo que estaba pasando. Pero sabía que eso no era posible. Ella estaba en medio de una batalla, una que solo ella podía luchar.

-Puedes hacerlo Claudia. Eres la mujer más fuerte que conozco. Solo un poco más- le respondí, intentando sonar convincente. El personal médico a nuestro alrededor se movía con eficiencia, y escuché el murmullo de voces, pero todo lo que realmente importaba en ese momento era ella.

Claudia cerró los ojos, respiró profundamente y se concentró. La vi recogiendo sus fuerzas, como si el mundo entero desapareciera y solo quedara ese instante entre ella y nuestro hijo. El dolor estaba claramente presente, pero la determinación brillaba aún más. Ella no se iba a rendir.

La enfermera le daba instrucciones, y yo permanecía a su lado, dándole palabras de ánimo.

-Esto es lo que has estado esperando, amor. Solo un poco más-le dije, mientras acariciaba su pelo. Su respiración se volvió irregular, pero no dejaba de luchar. La veía aferrarse a esa idea, a ese sueño de tener a nuestro bebé en brazos.

Claudia estaba completamente exhausta, pero había una luz de esperanza brillando en su interior. Los últimos meses habían sido una montaña rusa de emociones, y ahora, por fin, llegaba el momento que tanto había esperado.

La sala de parto estaba llena de un aire tenso pero electrizante. Claudia respiraba entrecortadamente, aferrándose a la idea de que todo este esfuerzo valdría la pena. Las contracciones eran intensas, cada una más poderosa que la anterior, y su cuerpo, aunque desgastado, se preparaba para el momento culminante.

La doctora, una mujer calmada y experimentada, le hablaba con una voz suave y firme.

-Casi lo tienes, Claudia. Necesitas un último empujón fuerte. ¿Estás lista?

Sentí cómo el corazón de Claudia latía con fuerza. Miró hacia mí, su rostro empapado en sudor y determinación, y en sus ojos pude ver un mar de emociones. En ese instante, me convertí en su ancla. La miré con amor, transmitiéndole toda la fuerza que pude. Quería que supiera que estaba aquí, que nunca se sentiría sola en este momento tan crucial.

-Tú puedes, amor, solo un último empujón. Estoy aquí contigo- le dije, sintiendo cómo mi propia voz temblaba de emoción.

Con cada palabra, vi cómo la chispa de determinación en sus ojos se avivaba. Claudia respiró hondo, preparándose para lo que estaba por venir. El dolor se intensificaba, pero sabía que todo lo que había pasado valdría la pena en cuanto pudiera sostener a nuestro bebé.

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora