LXI

578 59 11
                                    

Alexia

Habían pasado horas desde que Claudia se había ido y, aunque intentaba no preocuparme, no podía evitar mirar el teléfono cada pocos minutos. Sabía que lo que estaba haciendo era importante para ella, que necesitaba enfrentarse a esa situación en comisaría, pero la falta de noticias me inquietaba. Cada vez que revisaba el móvil, sentía una punzada en el pecho al ver que no había mensajes ni llamadas.

Finalmente, cuando estaba a punto de revisar el teléfono otra vez, escuché la puerta abrirse. Me puse de pie casi de inmediato, sintiendo una mezcla de alivio y tensión. Le había dado las llaves de mi casa hacía unos días, así que sabía que podía entrar sin problemas, pero algo en su forma de entrar no me tranquilizaba. Claudia caminó con la cabeza gacha, como si intentara ocultar algo. No parecía triste, pero definitivamente no estaba bien.

Fruncí el ceño y me acerqué despacio, el corazón latiéndome más rápido de lo que me gustaría admitir.

—Claudia —la llamé, tratando de que levantara la vista y me mirara.

No reaccionó al principio, pero me acerqué más hasta que estuve justo frente a ella. Le tomé el rostro con suavidad, obligándola a mirarme. Y entonces lo vi. Un moratón oscuro y visible entre el pómulo y el ojo. El aire se me atascó en la garganta, y una ola de rabia mezclada con preocupación me atravesó el cuerpo. ¿Qué había pasado?

—¿Qué...? —Las palabras no me salían bien, pero mi mirada lo decía todo.

Claudia sonrió, como si quisiera quitarle importancia al asunto, intentando actuar como si no fuera gran cosa.

—No pasa nada, Alexia. Solo un pequeño incidente, nada más —dijo, su tono despreocupado, pero yo no iba a dejar que lo pasara por alto así de fácil.

Apreté los labios, intentando controlar mi frustración. Sabía que Claudia era fuerte, que podía manejarse en situaciones complicadas, pero verla con ese moratón me descolocaba.

—Siéntate en el sofá —le dije, firme.

Ella me miró, sorprendida por mi tono, pero no dijo nada y obedeció. Se dejó caer en el sofá mientras yo iba rápidamente a la cocina para buscar algo de hielo. Envuelvo unos cubos en un paño y regresé al salón, con el corazón todavía acelerado. Me agaché frente a ella y coloqué el hielo sobre su pómulo con mucho cuidado.

—Alexia, de verdad, no es para tanto —insistió, pero yo la ignoré.

—¿Qué ha pasado? —pregunté, mirándola directamente a los ojos, esperando que me contara lo que había sucedido.

Claudia suspiró. Sabía que no podía seguir evitando el tema, así que comenzó a hablar. Me contó sobre el interrogatorio, sobre cómo había provocado al chico que había entrado en su casa, hasta el punto de que él la golpeara.

—¿Lo hiciste a propósito? —le pregunté, incrédula, mientras intentaba asimilar lo que me estaba contando.

—Sabía que reaccionaría así —admitió ella—. Y siendo sincera, me da igual. Cada golpe que me dé solo va a empeorar su situación.

Negué con la cabeza, frustrada. Entendía que Claudia estaba manejando todo a su manera, pero verla herida me hacía sentir impotente. Sabía que era su trabajo, su forma de enfrentarse a las cosas, pero eso no quitaba lo mal que me sentía viéndola así.

—Claudia... —susurré, dejando que mi preocupación se reflejara en mi voz.

Ella sonrió un poco y tomó mi mano, apretándola suavemente.

—Estoy bien, de verdad. Gracias por cuidarme, por estar aquí —dijo, con ese tono sincero que siempre conseguía calmarme un poco.

Solté un suspiro y me senté junto a ella en el sofá, sin soltar su mano. Todavía estaba enfadada, no tanto con ella, sino con la situación. Me dolía que se expusiera de esa manera, pero al mismo tiempo entendía que era parte de lo que ella era, de su carácter.

—Prométeme que no volverás a hacer algo así—le dije, intentando sonar ligera, aunque la preocupación seguía ahí, palpable.

Claudia sonrió y asintió, aunque ambas sabíamos que no era una promesa que pudiera cumplir del todo. Se apoyó en mi hombro y, por un momento, nos quedamos en silencio, encontrando consuelo la una en la otra. Sabía que ella estaba bien, pero no podía evitar preocuparme por todo lo que significaba ese golpe.

Claudia cambió de tema de repente, como si quisiera desviar la atención de todo lo que había pasado en comisaría. Me miró con una sonrisa algo traviesa y me preguntó, con su tono curioso de siempre:

—¿Y el Mundial? ¿Cómo lo llevas?

Solté un suspiro largo, la cabeza me pesaba solo de pensarlo. El Mundial, un tema que había intentado evitar en los últimos días, o semanas, si soy honesta. No solo por todo lo que estaba pasando con la selección, que ya de por sí era un caos, sino porque irme significaba separarme de Claudia por meses. Y en este momento, justo ahora, era lo último que quería.

—No quiero ni pensarlo —admití, frotándome las manos distraídamente sobre los muslos, tratando de encontrar las palabras para explicarle lo que sentía sin sonar como si estuviera huyendo.

Claudia se quedó en silencio por unos segundos, mirándome con esos ojos que parecían leerme incluso antes de que yo hablara. Sabía que no le estaba diciendo todo, pero tampoco me presionó, lo cual me hizo sentir un alivio extraño. Siempre lo hacía, me daba espacio, pero sabía cuándo insistir. Aunque esta vez, al parecer, iba a dejarlo en mis manos.

—Es una gran oportunidad, Alexia. Pero entiendo que no sea fácil. —Su tono fue tranquilo, suave, como si me estuviera invitando a abrirme.

Suspiré de nuevo, sentándome un poco más recta. Mi mirada se fue hacia la ventana por unos segundos, como si el horizonte pudiera ofrecerme una respuesta fácil.

—No es solo por la situación con la selección —empecé, y ella asintió, sabiendo bien a qué me refería—. Todo el conflicto, la presión, es agotador, y ni siquiera ha empezad. Pero además de eso... —Me detuve un momento, sintiendo cómo las palabras se atascaban en mi garganta—. No quiero separarme de ti.

Claudia me miró un poco sorprendida, aunque sus ojos se suavizaron casi al instante. Sabía que había tocado un punto sensible, pero era la verdad. La sola idea de pasar meses lejos, sabiendo lo que habíamos vivido juntas hasta ahora, me hacía sentir una especie de vacío que no había esperado.

—Es solo... —tragué saliva, tratando de encontrar una manera de explicarlo mejor—. Nos acabamos de encontrar, las cosas están empezando a asentarse y no sé si quiero estar lejos de todo esto justo ahora. No quiero estar lejos de ti. Y sé que suena egoísta, pero no quiero perderme esto.

Claudia se inclinó hacia adelante, poniendo su mano en la mía, como si sus dedos pudieran de alguna manera calmar ese nudo que se me formaba en el estómago.

—No suena egoísta —dijo con voz baja—. Suena honesto. Y eso es lo que quiero que seas conmigo.

Me quedé en silencio por un segundo, dejando que sus palabras me calmaran. Claudia no iba a pedirme que eligiera entre ella y mi carrera, lo sabía. Era la persona más comprensiva que había conocido, pero el miedo de irme seguía ahí, latente, como si una parte de mí temiera que al dar ese paso, algo cambiaría entre nosotras.

—Va a ser difícil, no te voy a mentir —dije al final, casi en un susurro—. Pero ahora mismo, solo quiero estar aquí, contigo, sin pensar en lo que viene después.

Claudia asintió y me apretó la mano.

—Y yo voy a estar aquí para cuando vuelvas —afirmó con una convicción que hizo que mi pecho se aflojara un poco.

Me reí suavemente, aunque una parte de mí todavía se sentía inquieta. No podía evitarlo. Estar lejos de Claudia ahora, después de todo lo que habíamos pasado, me resultaba un reto emocional mucho más grande que cualquier partido o torneo que hubiera jugado en mi vida.
_____

Os habíais olvidado del mundial eh😝

Pueden pasar muchas cosas antes del mundial

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora