LXXV

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Alexia

Estaba en la cocina, picando verduras y revolviendo una salsa en el fuego, mentalizada en que esta sería una cena tranquila y en soledad. Aunque Claudia siempre me avisa cuando va a estar fuera por varios días, algo en su tono por la mañana me había dado a entender que esta vez sería diferente, como si supiera que estaría con su madre en el hospital por más tiempo. Así que, resignada, había preparado una cena simple para mí, convencida de que esta noche también estaría sola en casa.

Pero entonces, la puerta se abrió.

Me giré rápidamente, entre sorprendida y, en el fondo, esperanzada. Claudia estaba ahí, sí, pero no estaba sola. Detrás de ella había un chico joven, de unos veintipocos años, con una expresión entre despreocupada y nerviosa. En un segundo, Claudia cerró la puerta detrás de él, soltó un suspiro y, sin soltarme la mirada, caminó hasta mí, acercándose para darme un beso rápido.

-Luego te lo explico-Dijo antes de que pudiera abrir la boca para preguntar nada.

La frase era una promesa, pero en ese instante solo añadió más confusión. Vi cómo se acercaba a la entrada, donde estaban colgadas las llaves, y cogió el llavero de su casa, como si se preparara para salir de nuevo. De inmediato, me fijé en su expresión, que parecía cansada pero decidida, mientras que el chico miraba a su alrededor.

—Hola —me dijo el chico, algo incómodo, como si no supiera si estaba de más o no.

—Hola… —respondí, sin saber bien qué hacer ni cómo actuar.

Claudia le lanzó una mirada para que esperara un momento y luego se volvió hacia mí con una sonrisa cansada, como si quisiera transmitir que estaba todo bien, aunque yo apenas podía entender lo que estaba pasando.

-Voy a dejarlo en casa y ahora te cuento, ¿vale?-me dijo con suavidad, tocándome el brazo con un gesto que se sintió tranquilizador, pero que dejaba mil preguntas en el aire.

Asentí, sin estar muy segura de lo que pasaba, mientras los observaba salir de nuevo por la puerta. La imagen de los dos juntos seguía dando vueltas en mi cabeza mientras regresaba a la cocina y apagué el fuego, preguntándome quién era ese chico, por qué había venido con ella y, sobre todo, por qué parecía tan seguro de que esta casa iba a ser su destino final.

Unos minutos después, escuché de nuevo la puerta y, antes de que pudiera ir hacia allí, Claudia ya estaba en el salón, mirándome con una mezcla de disculpa y diversión en sus ojos.

Claudia se sentó en el sofá frente a mí, suspirando antes de empezar a explicar. Su mirada era una mezcla de cansancio y disculpa, y en ese instante supe que lo que venía no iba a gustarme demasiado. Me contó, empezando desde que recibió la llamada de su primo Víctor diciendo que su madre estaba enferma y que tenía que ir a Valencia cuanto antes. En cuanto pronunció esa frase, sentí una punzada de incomodidad. Víctor había mentido sobre algo tan serio, sobre la salud de su madre, para obligarla a hacer ese viaje y pedirle ayuda. No podía creerlo.

—Entonces, ¿qué? —le pregunté, tratando de no sonar molesta, aunque mis palabras salieron con más firmeza de lo que esperaba—. ¿Mentir sobre algo tan serio para pedirte ayuda? No lo veo bien, Claudia.

Ella asintió, sus ojos clavados en los míos, y sé que entendía mi enfado. La idea de que alguien hubiera jugado así con sus emociones, con la preocupación genuina que tenía por su madre, no me parecía nada justo. No solo la había hecho viajar, sino que le había causado una angustia innecesaria. Víctor había manipulado la situación para conseguir lo que quería, y no podía evitar que aquello me molestara profundamente.

—Tienes razón, Alexia. Lo sé. Fue una manera muy sucia de pedírmelo —dijo, suspirando mientras cruzaba los brazos—. Pero, ¿qué iba a hacer? Es mi primo, y no podía dejarlo en la calle.

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora