CXVI

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Habíamos esperado este momento con una mezcla de emoción y nervios, sintiendo el cosquilleo de un sueño que lentamente iba tomando forma. Cuando el médico nos dio las primeras ecografías, Alexia y yo nos miramos como si guardáramos el secreto más precioso del universo. Ahí estaba, nuestro pequeño milagro, apenas visible, como una diminuta manchita en la imagen, pero tan inmenso en nuestros corazones. Aun siendo casi imperceptible, nosotras sabíamos que estaba allí, latiendo y creciendo. Un mundo nuevo comenzaba a nacer en ese minúsculo puntito, y con cada segundo nos sentíamos más unidas y más emocionadas.

Pedimos dos copias de la ecografía: una para nosotras, para tener siempre cerca, y otra para un plan que nos llenaba de ilusión. Queríamos compartir la noticia con Eli y Alba, que tanto habían significado para nosotras, especialmente en los momentos difíciles. Pensar en cómo reaccionarían nos hacía sonreír sin parar, y nos lanzábamos miradas cómplices mientras preparábamos cada detalle. Habíamos comprado dos cajitas pequeñas de madera, con grabados delicados, y dentro pondríamos un chupete y la foto de la ecografía. Era nuestro regalo para ellas, una forma de hacerlas partícipes de la noticia y de expresarles cuánto las queríamos.

En cuanto terminamos de armar las cajitas, las envolvimos con esmero y las guardamos hasta el momento especial. A veces, en casa, pasaba por la mesa donde las habíamos dejado y las miraba imaginando la escena: Eli y Alba abriendo la caja, viendo la foto y el chupete, comprendiendo poco a poco, y luego sus caras, esa mezcla de sorpresa y alegría que me hacía sentir todavía más emocionada. El bebé no solo nos unía a nosotras dos, sino también a ellas, a la familia que habíamos construido, la familia que, en el fondo, siempre había soñado.

Era difícil mantener la sorpresa y no soltar ni una palabra antes de tiempo. Muchas veces tuve que morderme la lengua para no decir nada durante nuestras charlas. Pero finalmente, con el primer trimestre pasado y el bebé sano, ya estábamos listas para darles la noticia y verlas reaccionar. Miré a Alexia y ambas compartimos un suspiro de emoción, sabiendo que, en ese pequeño instante, la felicidad que sentíamos se haría aún más grande al compartirla con quienes amábamos.

...

El día en el que íbamos a darles la noticia llegó, Alba y Eli estaban camino a nuestra casa para pasar la tarde juntas merendando y conversando como a veces solíamos hacer, el timbre sonó y Alexia y yo recibimos a ambas con abrazos y sonrisas.

Merendamos contándonos nuestras cosas, cualquier situación cotidiana que pudiéramos compartir en familia era parte de la conversación.

En un momento Alexia se excusó para levantarse y se fue directa a la habitación, sabía que esa era la señal de que llegaba el momento de dar la noticia.

Esperé a que Alexia regresara de la habitación con las dos pequeñas cajas en las manos. No podía evitar una sonrisa nerviosa; cada segundo que pasaba sentía que los latidos de mi corazón resonaban más fuerte. Eli y Alba estaban sentadas en el sofá frente a mí, charlando tranquilamente, pero me miraron con curiosidad al ver la expresión en mi rostro. Sabía que ya sospechaban que algo importante iba a suceder.

Cuando Alexia volvió al salón, su mirada me tranquilizó. Ella, igual de emocionada, se plantó frente a su madre y su hermana y les tendió las dos cajitas.

-A ver... -dijo Alexia con esa voz suave que solo usaba cuando quería sorprendernos-. Quiero que las abráis al mismo tiempo, ¿vale? Es una sorpresa.

Eli y Alba se miraron entre sí, con una mezcla de emoción y desconcierto, y ambas tomaron una de las cajas con delicadeza. Noté cómo Alba fruncía el ceño con una pequeña sonrisa curiosa y cómo Eli observaba la caja, visiblemente intrigada. No creo que se imaginaran lo que estaba a punto de suceder, ni siquiera de cerca.

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora