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Me levanté de la cama para abrir, sin saber quién estaría al otro lado. Al abrirla, mi corazón dio un vuelco tan fuerte que por un momento pensé que estaba soñando.

Allí, frente a mí, con una ligera sonrisa en el rostro, estaba Claudia. Apoyada en una sola muleta, su pelo despeinado por el viaje, y esos ojos que siempre me habían dado paz. Me quedé congelada, incapaz de reaccionar. No podía creer lo que estaba viendo. Mi mente tardaba en procesar que ella estaba allí, de pie, delante de mí. Pensaba que se había quedado en casa, que todo esto era demasiado peligroso para ella, y, sin embargo, aquí estaba. Como si todo lo que habíamos hablado no importara.

Claudia dejó escapar un simple "Hola" acompañado de una risa suave, y fue todo lo que necesité para romper mi inmovilidad. Sin pensarlo dos veces, me lancé a sus brazos. La abracé tan fuerte como pude, sintiendo su cuerpo firme contra el mío. Noté cómo se tambaleaba un poco por la falta de equilibrio con la muleta, pero no me importó. No podía soltarla. Estaba allí, de verdad, no era una fantasía mía ni un sueño que terminaría al despertar.

—No me lo creo —susurré, sintiendo cómo mi corazón latía acelerado.

Alrededor de nosotras, algunas de mis compañeras se habían quedado mirando, claramente sorprendidas. Pero, por primera vez en mucho tiempo, no me importaba en absoluto. Que miraran, que pensaran lo que quisieran. Claudia estaba conmigo, y eso era lo único que realmente importaba en ese momento.

—Te lo prometí—dijo Claudia con una sonrisa, su voz suave y con ese tono tan suyo que me derretía cada vez.

Me aparté un poco para poder mirarla mejor, mis manos aún en sus brazos, como si necesitara asegurarme de que realmente estaba allí. La estudié detenidamente: el brillo de sus ojos, el cansancio en su rostro después del viaje, la manera en la que me miraba como si yo fuera lo único que importaba en la habitación. Y en ese instante, todo lo demás desapareció. No importaba la final, ni los nervios, ni la presión del partido. Solo Claudia, solo ella y yo.

—¿Cómo…? Pensé que no podías venir —logré articular, todavía incrédula.

—Te mentí —dijo con una sonrisa traviesa—. Quería sorprenderte. Alba me ayudó a planearlo todo.

Me reí, asimilando lo que acababa de decir. Por supuesto que Alba estaba detrás de esto, la había visto demasiado tranquila cuando hablamos. La abracé de nuevo, esta vez más suavemente, pero con el mismo sentimiento. Respiré hondo, permitiéndome disfrutar de este momento, dejando que la realidad se asentara en mí. Claudia estaba aquí. Conmigo.

Después de unos segundos más, me aparté solo lo suficiente para mirarla a los ojos y susurré:

—Gracias por venir.

Claudia sonrió, esa sonrisa que siempre me hacía sentir que todo iba a estar bien.

—No me lo habría perdido por nada.

Cuando cerré la puerta tras nosotras, el silencio de la habitación nos envolvió. El latido de mi corazón resonaba en mis oídos, como si todo mi cuerpo estuviera tratando de procesar lo que acababa de suceder: Claudia, aquí, de pie frente a mí, cuando creía que no la vería hasta que todo se calmara. Apenas podía creerlo. Sabía lo difícil que había sido para ella decidir venir, y que lo hiciera... eso lo hacía todo más significativo. No pude evitar sonreír, aunque el impacto seguía ahí, revolviéndose en mi interior.

Claudia se rió suavemente, un sonido bajo y lleno de calidez, como si compartiera conmigo esa incredulidad.

—Hola —dijo, casi en un susurro, como si no quisiera romper el momento.

No me di tiempo para pensar más. Antes de que pudiera decir algo, mis pies ya se movían hacia ella, y en un segundo la tenía en mis brazos. La rodeé con fuerza, sintiendo cómo todo el peso que había estado cargando los últimos días se desvanecía. Su olor, su presencia, su calor… todo me tranquilizaba, como si al fin hubiera recuperado algo que no sabía que estaba perdiendo.

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora