LXXVI

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La noche estaba tranquila, y el aire fresco de Barcelona me envolvía mientras caminaba junto a Claudia hacia el cine. A pesar de que era tarde y la sala no estaba llena, había una atmósfera de anticipación que me llenaba de emoción. Claudia se veía radiante, con su cabello cayendo en ondas suaves sobre sus hombros, y aunque aún había vestigios del agotamiento del día, su sonrisa iluminaba la oscuridad que nos rodeaba.

Al final, después de discutir durante un rato sobre qué ver, había logrado convencer a Claudia para que cediéramos a mis elecciones de películas. Ella había hecho un esfuerzo por resistir mis insistencias, pero no podía evitarlo: siempre que le hablaba de alguna película que había querido ver, su curiosidad salía a relucir.

Al llegar a la taquilla, noté que el lugar se sentía más íntimo, como si el cine estuviera solo para nosotras. Hacía tiempo que no disfrutaba de un momento así, y la simple idea de pasar tiempo juntas, relajadas, me llenaba de felicidad. Claudia, siempre tan generosa, insistió en comprar las palomitas, incluso cuando yo le había ofrecido pagar.

—Es un trato justo —dijo, guiñándome un ojo—. Tú eliges la película, yo pago las palomitas.

Le di un suave golpe en el brazo, riendo mientras subíamos las escaleras hacia la sala. La luz tenue iluminaba la proyección, y el aroma a palomitas recién hechas llenaba el aire, creando un ambiente acogedor. Encontramos nuestros asientos en la parte media, justo en el centro de la pantalla, y mientras nos sentábamos, Claudia acomodó las palomitas entre nosotras.

La película comenzó, y durante los primeros minutos, me dejé llevar por la historia. Sabía que tal vez Claudia no fuera fanática de mi elección, pero también sabía que estaba dispuesta a disfrutar el momento solo por estar a mi lado. Miré de reojo y la vi mordiéndose el labio inferior, una señal de que algo en la trama le estaba llamando la atención.

A medida que la historia avanzaba, reímos juntas en las escenas más cómicas, y sentí que cada carcajada nos unía un poco más. La comodidad de su presencia a mi lado me hacía sentir que todo estaba en su lugar. Era como si estuviéramos en nuestra pequeña burbuja, alejadas del mundo exterior y de las preocupaciones que nos rodeaban. En ese momento, no había disparos, ni estrés, solo nosotras y nuestras risas.

La película avanzaba, el ambiente se tornaba cada vez más íntimo. La oscuridad de la sala creaba una especie de burbuja a nuestro alrededor, aislándonos del mundo exterior. El sonido envolvente de la trama me atrapaba por completo, y era difícil concentrarse en cualquier otra cosa que no fuera la cercanía de Claudia.

Con un impulso de confianza, decidí atreverme un poco más. Cuando la historia se volvió un poco más intensa, coloqué mi mano con delicadeza sobre su rodilla. La reacción de Claudia fue casi imperceptible, un ligero movimiento de su parte, pero no se desvió de su atención en la pantalla. Aproveché esa oportunidad y, poco a poco, empecé a subir mi mano, recorriendo su muslo suavemente.

Cuando mi mano finalmente encontró su lugar entre sus muslos, una pequeña risa salió de sus labios, un sonido que hizo que mi corazón se acelerara.

—Ahí quieta la quiero —susurró, girándose levemente hacia mí, con una expresión que mezclaba diversión y advertencia.

No pude evitar reír ante su advertencia. Había un aire de complicidad entre nosotras, y aunque la atmósfera era propicia para un acercamiento más audaz, sabía que tenía que respetar su espacio en público. Asentí, sonriendo de forma pícara.

—Vale, vale, prometo comportarme —le respondí en un tono juguetón, con la esperanza de que mi expresión reflejara lo bien que me sentía a su lado.

Claudia me miró con complicidad, sus ojos brillando en la penumbra de la sala. Aunque su atención regresó a la pantalla, noté cómo su pierna se relajaba bajo mi mano, como si realmente no le molestara que estuviera ahí. Esa conexión que compartíamos era lo que más valoraba; más allá de cualquier otra cosa, sabía que había tiempo para más, tal vez en la privacidad de casa, cuando pudiéramos despojarnos de todas las distracciones del mundo exterior.

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora