LXXXVIII

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Alexia

Llevaba semanas preparando cada detalle, buscando el regalo perfecto para Claudia, queriendo que nuestro aniversario fuera inolvidable. Sin embargo, había algo que cambiaba las cosas: la final de la Champions estaba programada justo al día siguiente, lo que significaba que pasaría la noche de nuestro aniversario en el hotel de concentración, lejos de casa.

Suspiré. No era el plan ideal, pero Claudia y yo siempre encontrábamos la forma de adaptarnos. Además, sabía que ella haría el esfuerzo de estar en Bilbao para la final, así que, de algún modo, me las apañaría para hacer que el aniversario fuese especial para ambas.

...

Esa mañana me desperté con una sensación especial. Sabía que era nuestro aniversario, y en cuanto abrí los ojos, lo primero que hice fue buscar mi teléfono en la mesita de noche para mandarle a Claudia nuestro mensaje de buenos días, ese que ya era costumbre desde hacía meses. Pero hoy, además, añadí una felicitación con un par de emojis, aunque sabía que Claudia no era muy fan de ellos, y una promesa de que, aunque estuviéramos separadas hoy, la haría sentir cerca de mí en cada momento.

Suspiré, dejando el teléfono a un lado, y justo en ese instante escuché un golpe suave en la puerta de mi habitación. La curiosidad me hizo incorporarme de inmediato. Miré el reloj; era demasiado temprano para que alguien del equipo o los entrenadores vinieran a buscarme. ¿Quién podría ser a esta hora?

Caminé hacia la puerta sin hacer ruido, aún algo adormilada, y cuando la abrí, me llevé una de las mejores sorpresas de mi vida. Ahí estaba Claudia, en persona, con un pequeño ramo de flores en una mano y una sonrisa tan grande que iluminaba todo el pasillo. Mis ojos no podían creer lo que veía. Lo último que esperaba era que se presentara así, a primera hora de la mañana, en mi hotel.

-Sorpresa- dijo con esa voz dulce que me derrite cada vez que la escucho.

-¿Qué haces aquí?- Apenas podía contener la alegría en mi voz, y noté que sonaba más como una exclamación que como una pregunta. La euforia se me escapaba sin querer. En un segundo estaba frente a ella y la envolví en un abrazo cálido, de esos que hacen que el mundo se detenga.

-Tenía que ser la primera en felicitarte en nuestro día. No podía dejar que me ganaras esta vez- contestó entre risas, mientras me ofrecía el ramo de flores.

Cogí las flores, notando la mezcla de aromas frescos, algo de lavanda y rosas blancas, y me sorprendí de lo cuidadosa que había sido al elegirlas. Claudia siempre prestaba atención a los detalles, y en ese momento sentí una especie de paz al pensar en cómo me conocía tan bien. Era como si cada flor, cada color, cada aroma, hubiesen sido escogidos especialmente para mí.

-Te juro que esto no me lo esperaba, Claudia- murmuré, todavía con una sonrisa que apenas podía controlar. Claudia me miraba con ternura, y yo solo podía pensar en lo afortunada que era. -¿Cómo consigues siempre sorprenderme así? No es justo.

Ella se encogió de hombros, con una expresión que parecía decir “así soy yo”, y al hacerlo, supe que no me importaba nunca estar un paso atrás en sus sorpresas. Claudia siempre se adelantaba, siempre lograba que me sintiera la persona más especial del mundo. Y en ese momento, agradecí esa calidad en ella.

-¿Tienes cinco minutos para desayunar conmigo?” preguntó, con un tono pícaro.

Dejé el ramo a un lado, sin apartar mis ojos de Claudia. Nos quedamos en silencio unos segundos, esos que a veces dicen mucho más que cualquier palabra. Mi corazón latía rápido, y podía ver en sus ojos ese brillo que me volvía loca, esa mezcla de seguridad y cariño que siempre había sentido entre nosotras. Sin decir nada, la besé, despacio al principio, un beso suave, como para saborear el momento. Claudia respondió con una ternura que me desarmó, pero poco a poco, nuestros labios se fueron encontrando con más intensidad, como si estuviéramos intentando poner en ese beso todo lo que no decíamos.

𝐍𝐄𝐖 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora