Ocho.

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No quiso ir hacia el rubio o reclamarle de algo, ni tampoco quiso salir dramáticamente cuando sus miradas se cruzaron. Sería completamente ridículo botar la rosa y salir corriendo, así que solo la escondió detrás de él.

El asesino bajó la mirada cuando el rubio trataba de alejarse del desconocido.

Simplemente se quedó parado, esperando. Talvez vendría, o talvez se alejaría.

Su mano izquierda se encontraba dentro del bolsillo de su saco, justo dónde se encontraba el pequeño regalo. Oh, ahora ya no valdría.

Sus labios se separaron abriendo su boca levemente, cuando ambos chicos se acercan.

¿Ahora que iba a decir? Lo había extrañado como la misma mierda, había llorado por él. Y era la razón por la cual el asesino estaba justo ahí, con una rosa escondida y un regalo humillado.

Era tanto el dolor que sentía en su corazón que se sorprendió parpadeando rápidamente cuando ambos chicos se pararon junto a él.

Su rubi- El rubio estaba muy hermoso justo a esta luz del atardecer, con unos ojos cargados de tristeza y una nariz roja. Pero el chico que estaba detrás de él parecía confundido incluso enfadado.

–¿Quién es este tipo?

–Oh, lo siento. Soy W-Wilson.

El asesino le tendió la mano a chico rizado, su rostro no le parecí similar, ni siquiera conocido pero al analizarlo solo encontró una conducta defensiva y agresiva.

–Matthew

El chico que aún tenía en ceño fruncido sacudió firmemente su mano.

–Él-Él es un amigo de Liz, no te preocupes.

El chico rizado asintió y le susurró algo en el oído del rubio antes de alejarse y volver a mirar al asesino con el ceño fruncido.

–M-Michael –susurró el rubio–

Había estado esperando escuchar su voz otra vez, había soñado con escuchar su nombre salir de sus labios, había esperado tanto, joder.

El asesino quiso ser sarcástico, y por un momento quiso matarlo con sus palabras. Pero ¿por qué no había pensado en que esto hubiera pasado?

–Oh, no te preocupes.

El asesino le dio una sonrisa, que por primera vez revelaba cuan triste y solo se sentía.

Ahora ¿qué debía hacer? ¿Qué paso con todos esos cuentos que él creo? ¿Qué pasaría con él?

El asesino reveló la rosa azul, haciendo que los hermosos ojos de rubio se llenaran de lágrimas, quería golpearse a sí mismo por ser tan idiota. Movió la rosa, dudando acerca si de verdad entregársela o no.

No lo hizo.

Solo estaban parados ellos dos, en medio de un parque cuando la tarde estaba serena y el frio estaba en su punto más alto.

–Sólo vine para saber cómo estabas. No tienes que darme explicaciones.

–M-Michael, sólo déjame-

–Yo solo... C-Cuando te dije que no había dejado de pensar en ti, era cierto. Y pensé que tú... también lo hacías.

El asesino dio la vuelta y empezó a caminar lentamente hacia su hotel, pensaba que talvez el rubio lo seguiría y le diría ¡Eh, Michael fue una broma! Pero al parecer era cierto.

No saben cuántas ganas tuvo el asesino de besarlo, de robarle un pequeño beso en su nariz, o en su mejilla, quería cargarlo y abrazarlo. Pero ahora esas ganas se convertían en lágrimas.

Lo había extrañado como ninguna persona jamás extrañaría a alguien, talvez haya sido una obsesión fuerte o un trauma psicoanalítico, pero él mismo no tenía terapia para eso.

Quería ir a la primera comisaría que había en la cuidad y gritar que él era Michael Clifford, quería ir de nuevo a la cárcel para pagar tanto tiempo de ilusión.

Se había encerrado en la habitación, había fumado un par de cigarros negros y había llorado en silencio.

Porque era la primera vez que descubría que de lo único que puede morir un asesino, era de amor.


Lo había visto partir de su lado, o había visto huir y no veía la hora de volverlo a ver. Todo había sido una confusión, una maldita confusión. Pero era cierto, ya se había dejado llevar por una sensación de consuelo que el rizado le dio.

Solo no pensó que Michael, lo viera.

Se había emocionado demasiado al leer esa carta que le había llegado hace unas horas a su habitación compartida. Y se había enfadado tanto cuando Mathew trató de leerlo. Ya habían dejado las cosas claras. Él le había dicho que no.

Y no entendía porque lo había besado.

Tenía las palabras del asesino atravesadas en su corazón y su cuerpo petrificado cuando vio que él ya estaba lejos.

Quería seguirlo, y gritarle un fuerte ¡No te vayas, te amo! Pero lamentablemente nunca sucedió. Corrió hacia la dirección que el asesino se fue y solo encontró un pequeño hotel de 2 estrellas. Pensó en entrar y decirle que aún lloraba cada vez que lo recordaba, que de verdad lo había extrañado tanto. Y que no fue una mentira.

–Son 15 dólares la noche, niño.

El rubio le pagó al señor calvo y barrigón antes de que le diera una llave y corriera escaleras arriba.

–Vaya tengo mucha clientela últimamente.

Solo había unas cuantas habitaciones y no le importó tocar cada puerta de ese piso.

Sabía que detrás de esa puerta estaba el asesino, simplemente lo presentía. Y si dejaba de respirar podía escuchar a un volumen muy bajo una canción antigua con un ritmo melancólico.

Solo tocó la puerta un par de veces.

–Déjame entrar, por favor.


El asesino logró escucharlo y limpió sus lágrimas tan rápido con ese pánico constante de que el rubio se fuera. Esparció un poco de humo de tabaco llevándolo hasta la ventana, y acomodó un poco la cama, pensando que tal vez, solo tal vez el rubio entraría.

Y abrió la puerta, sus ojos rojos, sus ojeras pronunciadas, su cabello despeinado y sus labios rojos. Su aspecto cambio en cuestión de minutos y rubio se sintió mierda.

Los hermosos ojos del rubio estaban rojos de igual manera y el asesino quiso tanto, tanto, besar sus mejillas.

Luego un cálida presión se sintió en él. 

Los brazos del rubio le rodearon la cintura y su cabeza descanso en sus hombros, podía sentir el olor de su cabello, y su camiseta gris absorber sus lágrimas.

Cerro los ojos, porque quería disfrutar ese momento, porque ni siquiera quiso creerlo, sabía que todo lo que le diría era mentira y que tal vez solo estaba ahí para despedirse y luego irse.

Así que también lo rodeo y como nunca pensó hacerlo.

Lloró en su hombro. Por todas esas noches que le había llorado y ese dolor permanente en su corazón al verlo, lloró porque lo amaba.



After The Killer [Muke Clemmings]Where stories live. Discover now